jueves, 14 de octubre de 2010

PTO. SIEMPRE EL PUERTO,

EL CUENTISUEÑO

PRESENTACIÓN DEL LIBRO POTAJITO DE CUENTOS, DE JESÚS HERNÁNDEZ GARCÍA

DE: Salvador García Llanos
Sala de cultura Francisco Alvarez
La Perdoma (La Orotava)
Septiembre 24/2010
“Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
Que la cuna del hombre la mecen con cuentos;
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos;
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos;
que los huesos del hombre los entierran con cuentos;
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos…
Y sé todos los cuentos”.

Estos que hemos leído son versos de León Felipe, el poeta zamorano fallecido en México dotado de una notable conciencia social. Es poesía gráfica que ilustra -sin necesidad de ampulosas metáforas- vivencias, sensaciones y hasta etapas de la existencia. Son versos con los que quizá quiso rendir tributo a todos esos relatos que, desde los albores de la Humanidad, se han convertido en fieles compañeros de viaje, de ayuda, de intrigas, de entretenimiento, de temores… en fin, de tantas cosas.
En efecto, ¿quién no ha soñado alguna vez que se dormía escuchando un cuento? ¿O no sería un sueño?
Dos cuestiones sugerentes para acercarnos al contenido de este nuevo libro de Jesús Hernández García, una colección de ocho cuentos con los que ha logrado un guiso -va por el título- humeante, suculento y apetitoso, hecho con el esmero de un apasionado de la comunicación pero, sobre todo, de maestro comprometido y preocupado por la formación integral de los alumnos.
Las respuestas están ahí, en los ingredientes que el autor ha ido entremezclando, a fuego lento, consciente de que esa tradicional y popular forma de relato ha desempeñado un papel versátil, no sólo el de acompañante de sueños. También el de terapeutas camuflados, o sea, el de sanar o curar rabietas, llantinas, alteraciones del ánimo, insomnios y fantasías. Igualmente, el de marcadores de comportamientos que permitieron desentrañar los misterios y los temores intrínsecos del ser humano, desvelando todo tipo de sentimientos primarios: amor, vida, lucha, conquista, bien, mal, anhelos, muerte... desde prácticamente los principios de la palabra.
En los versos de León Felipe están reflejados: cuna, angustia, llanto, huesos, miedo...
“Detrás de una imagen hay un sueño”, sentenció el escritor mejicano Carlos Fuentes. Pero es posible que también haya un cuento. Y hasta un mito. Por eso, en la memoria seguro que tienen sitio quienes alguna vez durmieron, probablemente con luz tenue -la luz de los cuentos- o en plena oscuridad. La voz, más o menos enfática, era la que alumbraba el relato, unas veces memorizado, otras deformado; a menudo, exagerado; con frecuencia adaptado.
La voz: la voz es primordial en este género, hasta para hacerlo creíble. Por eso, la pregunta formulada antes, ¿o no sería un sueño?, precisa una respuesta afirmativa y realista, algo que se aleje del “Los cuentos sueños son”, escrito al término de Juanito, el de Las Manchas, uno de los ocho que integran este volumen que hoy ve la luz, en un paisaje, en un medio, además, muy apropiado.
Porque igual no es la imaginación ni el paseo onírico sino la vivencia, la experiencia misma, lo acaecido, las sensaciones que se van acumulando para dar forma o consistencia a algo fugaz o disperso.
Para que sea menos efímero, para que no se evapore tan pronto, para recordar a perpetuidad -quién sabe si en busca de una imposible reedición- el soñador y el autor de cuentos plasman todo eso, todo eso que es etéreo, volátil, casi imperceptible.
Ahí surge el 'cuentisueño' -curioso vocablo, ¿verdad?-del que nos habló, con fina ironía, el escritor uruguayo Mario Benedetti para poner en aprietos al psicoanalista y al propio psicoanálisis. El 'cuentisueño' acaso viene ser el fiel de la balanza, entre la racionalidad y la irracionalidad o entre lo deseado y lo experimentado.
Potajito de cuentos transmite valores, una cualidad que se agradece en cualquier publicación pero, sobre todo, en el género. El lector puede afanarse en las moralejas como sacar provecho de las cosas nuevas, una utilidad de este tipo de relatos que debe ser tenida en cuenta para enriquecer los propios conocimientos.
“Pero además de ser potentes herramientas de educación y enseñanza -escribe el profesor Pedro Pablo Sacristán-, los cuentos inventados y personalizados antes de dormir permiten establecer un nexo fortísimo con los niños”.
Subraya Sacristán que “al ser inventados y originales cada día, quien los cuenta debe dedicar toda su capacidad y atención, aunque sólo sea durante ese momento; y eso es algo que los niños, acostumbrados a ser el centro de atención de actos, pero no de pensamientos (muchos padres tienen demasiadas preocupaciones como para aparcarlas totalmente, siquiera un rato) perciben con gran agradecimiento y entusiasmo”.
Sus conclusiones: “Al personalizarlos, los padres se obligan a escuchar y atender a sus hijos, y los niños se sienten verdaderamente especiales.
“Por supuesto, esa carga emotiva tan grande es otro importante factor que facilita la memorización y asimilación de lo enseñado en esos cuentos”.
El autor de Potajito de cuentos es un hombre del campo. Entiende y sabe de letras. Por eso, de ese medio con el que sigue identificado, del medio rural, extrae voces y términos, locuciones y canarismos, que nos meten de lleno en el campo de acción.
En efecto, Jesús Hernández García se alonga a este género después de novelear y estar de palique. Combatiendo la calufa o el pelete, según se tercie, con un pepito y un par de buches para no enyugarse, después de un buen enyesque. Le gusta el boncho, aunque al cabo le entre chaflija y quiera volver al choso para saciar, siquiera con una tacita de hierbahuerto y no amanecer jareado. Todavía usa un creyón para subrayar lo llamativo y frunce el ceño cuando se encuentra con alguien desempercutido. Se enroña, claro que sí, cuando algún locutor o político suelta un barbarismo en las ondas. Y como ya colecciona un fleje de entradas en su blog, sigue golifiando por esa red inacabable ahora que tiene tiempo y ve la vida privado.
Basten estos vocablos reseñados en torno al autor para introducirnos en su obra, para entender plenamente las páginas que, tal como decimos en el prólogo, cumplen con creces los requisitos esenciales del cuento: el carácter narrativo, la brevedad del relato, la sencillez de la exposición y del lenguaje y la intensidad emotiva que ha de cautivar al lector.
Un lector que seguro alguna vez soñó que dormía escuchando un cuento en la penumbra. O no soñó. O interpretó el 'cuentisueño', acordándose de la cuna mecida con cuentos, y de aquellos angustiosos gritos ahogados con cuentos, del llanto taponado y de los huesos enterrados.
A fin de cuentas -y no es un juego de palabras-, es verdad, el miedo del hombre es el que ha inventado todos los cuentos.
Jesús Hernández García ha escrito ocho para hacer un Potajito. De su lectura, saldrán sueños, quién sabe si, entre ellos, el de otro libro que impulse, sin miedo, al escritor llamado a nuevas empresas.

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