domingo, 25 de julio de 2010

VILLEROS ILUSTRES,

NICOLÁS ESTÉVANEZ MURPHY

ARTÍCULO DE: Bruno Juan Álvarez Abréu

Nació en Las Palmas de Gran Canaria el 17 de febrero de 1838, en el edificio donde se hallaba instalada la Inquisición, en el seno de una familia burguesa que tenía su residencia habitual en la isla de Tenerife. Su padre, Francisco de Paula Estévanez, era un militar progresista de origen malagueño y su madre, Isabel Murphy y Meade, procedía de una familia de comerciantes de origen irlandés. Desde niño se trasladó con su familia al barrio lagunero de Santa María de Gracia (Tenerife), en donde transcurriría su infancia.
Muy joven, en 1852, ingresó en la Academia de Infantería de Toledo y luego participó en la guerra de África de 1859-60 donde sirvió con distinción por lo que le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando.
Militar y político español. Luchó en la guerra de África (1859) y en Santo Domingo. Participó en la revolución de 1868 y en la insurrección republicana federal de 1869. Miembro del directorio del Partido Federal (1872), fue nombrado ministro de la Guerra al proclamarse la República (1873). Después del golpe militar del general Pavía (1874), se exilió en Portugal y París.
En 27 de noviembre de 1871, estando destinado en Cuba como capitán, se le encomendó que cumpliera la sentencia de muerte contra ocho estudiantes que habían sido condenados en consejo de guerra pero Nicolás Estévanez se negó a cumplir la sentencia diciendo que “antes que la patria están la humanidad y la justicia”. Por este motivo fue expulsado del ejército pero nunca se arrepintió de lo que había hecho. Hasta hoy existe una placa en la fachada del Hotel Inglaterra en La Habana que recuerda el lugar y el hecho.
Participó en la revolución de septiembre de 1868, y se unió a la insurrección republicana de 1869 y fue encarcelado. Posteriormente llegó a ser diputado en el parlamento y ministro del gobierno bajo Pi y Margall, durante la Primera República Española. De militancia republicana (de las facciones más revolucionarias del Partido Republicano Federal), llegó a defender la autonomía para Cuba y Canarias, llegando a visitar a la cárcel a Secundino Delgado. Con la Restauración parte al exilio y reside en Portugal, Cuba y Francia.
Es autor de varios poemas, en los que encontramos un fuerte sentimiento nacionalista canario. También es autor de los libros Fragmentos de mis memorias y Diccionario militar.
El terrorista anarquista Mateo Morral tuvo en Nicolás Estévanez uno de sus principales mentores ideológicos, y escribió una obra titulada Pensamientos revolucionarios de Nicolás Estévanez. Pío Baroja, en sus Memorias dice que pudo ser Nicolás Estévanez el encargado de transportar desde Francia a Barcelona, envuelta en una bandera francesa, la bomba con la que diez días después Mateo Morral intentó acabar con la vida de Alfonso XIII, el 31 de mayo de 1906 en atentado del que los reyes salieron indemnes pero que costó la vida a treinta espectadores.
MURIÓ EN 21 DE AGOSTO DE 1914 EN PARÍS.
Nicolás Estévanez fue un militar comprometido en la lucha por la democracia y la justicia social, permaneció en las filas del ejército español mientras sus ideas no se lo impidieron. En la actividad política destacó por su importante labor al ser reelegido diputado, ocupando los cargos de Gobernador Civil de Madrid y Ministro de la Guerra en cortos períodos de la República de 1873. Pero Estévanez fue más allá en su práctica política; podemos considerarlo integrado en el sector más re-volucionario del Partido Re-publicano Federal. Participó en los preparativos de la llamada «Revolución de Septiembre de 1868», en los levantamientos federales de 1869 y 1872, comenzando a brillar con luz propia en la Primera República Española de 1873.
Sus actividades no son exclusivamente políticas sino también literarias. Destacó Estévanez en sus facetas de poeta, traductor, periodista e historiador. Tras el fracaso de la Iª República, a causa del golpe del General Pavía, Estévanez se exilió voluntariamente en compañía de su familia, con una primera etapa en Lisboa, de donde es expulsado por sus actividades conspiradoras contra la Monarquía de la Restauración. De Lisboa marcha a Londres para finalizar su periplo de exiliado en el París cosmopolita y cultural de la IIIª República Francesa, que será también el lugar de refugio de otros republicanos españoles y de revolucionarios de diferentes países.
En muchas de sus obras nos deja muestras de su amor por Canarias, y también en múltiples poemas de su producción literaria, como en el célebre poema “Canarias”, en el que define al Archipiélago, simbolizado en la “dulce, fresca e inolvidable sombra” del almendro de su infancia, Canarias es también una roca y una fuente y hasta una peña; pero añade que es su patria. Su patria es además de lo mencionado, una senda y una choza y hasta el espíritu; pero este espíritu lo adjetiva como «isleño», así pues su patria es una isla.
Esta idea de “patria-isla” supera el llamado «Pleito Insular», dado que el concepto de patria no es aplicable a ninguna isla en particular; este poema puede ser leído y sentido por todos los canarios, puede ser asumido como un canto al Archipiélago, a la nacionalidad canaria, si se prefiere así. Estévanez no es «insularista» y escribe para todas ellas, puesto que su voluntario exilio ha hecho que sienta las islas como suyas.
La configuración de Canarias en el pensamiento de Estévanez se va a presentar profundamente mezclado con el africanismo y americanismo, formando parte de su ideario. Así una Canarias autónoma, integrada en una República Federal Ibérica, constituye su ideal político inmediato.
Desde el 23 de agosto de 1898, Estévanez va a residir en una «quinta» en Getafe, cerca de Madrid. Las razones de este retorno voluntario no las manifiesta; los acontecimientos posteriores parecen aclarar que Estévanez pretende volver a la vida política activa, siguiendo los consejos de sus correligionarios y el deseo expreso de Pi y Margall, que quiere contar con su ayuda. En este período de su vida (1898-1909), Estévanez seguirá residiendo temporadas en París que alternará con estancias más o menos prolongadas en Getafe, con constantes viajes a Madrid, residiendo entonces en diversas pensiones de la zona de la Puerta del Sol.
Podemos decir, además, que después de la muerte de Pi y Margall en 1901, se propone unificar a todos los defensores de la República, para acceder al poder por la vía parlamentaria. El fracaso de estos intentos le hará colaborar con Lerroux, Ferrer y otros revolucionarios en la vía insurreccional. Ya viejo y cansado, en 1909, se retira a París para no volver a España. Se encuentra decepcionado, pero a pesar de todo anima a sus partidarios más jóvenes a seguir luchando porque entiende que la IIª República llegará de forma inevitable a España, aunque él no la pudiera ver.
En el estudio de su evolución ideológica, hemos observado una radicalización creciente de las posturas teóricas, en lo social y en lo político, según avanzaba su agitada vida. Estévanez no se convertirá en conservador en su madurez, como suele suceder con frecuencia en otros personajes coetáneos. Tampoco fue nunca un político oportunista que quisiera aprovecharse de las circunstancias y sacar beneficios para sí mismo y para los suyos. Sin embargo, su evolución ideológica, cuando escribe sus Memorias (1899), era lo suficientemente avanzada como para esperar de él juicios e interpretaciones más revolucionarias.
Ahora bien, una cosa son sus memorias y otras son sus hechos y acciones. Una posible justificación puede ser la censura; pero en esta ocasión no nos vale porque por estas fechas Nicolás Estévanez escribe artículos y poesía de una mayor rotundidad ideológica, sobre todo tras la desaparición de Pi y Margall, Estévanez se siente liberado parcialmente del compromiso que le unía con el federalismo pactista. No obstante, su liberación no es total porque se deja convencer por Eduardo Benot para colaborar en mantener los restos del partido federal, mientras esto fuera posible. En 1903 Nicolás Estévanez publica sus Memorias en forma de libro y es elegido diputado republicano por Madrid en las elecciones del 26 de abril, en el periodo del gabinete Silvela-Maura.
En los dos últimos años de su vida, destaca la publicación de su obra Rastros de la Vida y una serie de artículos que escribe para “El Nuevo Régimen” de Madrid. Son unas interesantes “croniquitas parisienses”, como así aparecen en la prensa, que trataban de diversos temas de carácter social, político y cultural. En ellas se percibe la cercanía de la guerra de 1914, se habla de preparativos, de armamentos, de ambiente prebélico. Cuando por fin se declara la “guerra europea” el 1 de agosto de 1914, Estévanez va a tener un rasgo de valentía y arrojo que le honra. Fervoroso “aliadófilo”, se ofreció a servir a su nación de residencia, consigue ser destinado como enlace con el Ejército francés, mientras desempeñaba una misión contrae una pulmonía que le lleva a la muerte, acaecida el 21 de agosto de ese mismo año en París.
Pensamos que constituiría un buen homenaje a la memoria de Nicolás Estévanez y Murphy la tarea de conservar y restaurar la casa familiar de Santa María de Gracia para que la “sombra del almendro” de su infancia pueda seguir protegiendo el desarrollo de las señas de identidad y de solidaridad entre todas las islas de Canarias.

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