MIGUEL HUENCHUAL, MAPUCHE
ARTÍCULO DE: Agapito de Cruz Franco
Miguel Huenchual vive en La Orotava. Llegó hace veinte años de Abya Yala, la mal llamada América. Pertenece a ese mundo de más de 250 millones indios que tienen una única bandera de múltiples colores que representa a la Pacha Mama. Nació en Caragua, al sur de Chile, a 35 Km del océano Pacífico. Su padre, un antiguo cacique indio. Es el jardinero de mi Instituto, el IES La Orotava-Manuel González Pérez y estudió agricultura en la Escuela de Capacitación Agraria de Tacoronte, gracias a una beca que le concedió el Gobierno de Canarias cuando era Presidente Lorenzo Olarte y Consejero de Agricultura Castro Cordobés. El biólogo canario Javier Quevedo, a quien guiaba por aquellos territorios en diferentes investigaciones arqueológicas y naturalistas le orientó hacia estas Instituciones.
Previamente y con apenas 14 años, un mapuche como él, había decidido enviar solicitudes para estudiar agricultura a los 21 “países” de nuestra América, obteniendo una respuesta negativa por parte de todas estas “repúblicas de aire”, como las definiría al final de su vida el, primeramente español de aquel Estado estamental, después independentista entre napoleónico y republicano y por fin una fría estatua, Simón Bolívar, y tras quedar descuartizada en multitud de haciendas y provincianismos militares artificiales aquel inmenso territorio.
Cuando Miguel Huenchual, muy pegado a la familia y decepcionado de su América, riega el jardín botánico del instituto en el que el Profesor Juan Montesinos ha logrado crear a lo largo de los años toda una representación de la flora canaria de las diferentes islas, viaja con toda su cosmogonía mapuche por el universo guanche con el que se encontró al llegar aquí. De hecho tiene escrito un libro sobre los guanches que busca publicar. Se mezcla con el alumnado y le anima a cuidar la Tierra, con sugerencias como que si los jardines les dan oxígeno por qué le van a devolver suciedad. Y le molestan los barrancos de las islas llenos de escombros, plásticos electrodomésticos... pues como indígena y primitivo no soporta tratar así a la naturaleza:
- “Mapu- significa tierra y -che gente. Mapuche quiere decir gente de la Tierra. Actualmente el pueblo mapuche se compone de un millón y medio de personas en Chile y medio millón en Argentina. Seguimos sin ser conquistados porque teníamos una civilización bastante avanzada cuando llegaron por primera vez los europeos al cono sur. El mapuche sale de la Tierra que es la que nos ha parido. Una vez le pregunté a mi madre que de dónde veníamos los mapuche. Me dijo que de muy lejos, de otro planeta azul, que allí habíamos nacido y que la Tierra nos había dado cobijo y alimento porque es nuestra Madre”, me dice Miguel mientras riega las plantas entre el griterío juvenil.
A partir de la conquista fueron expulsados de sus tierras, negándoles su lengua, sus tradiciones y su cultura. Sin embargo en 1641 la Corona de España les “concedía” sus propias tierras y su independencia hasta que en 1883 más de 200 años más tarde, los nuevos Estados de Chile y Argentina se las arrebataban privándoles de todo poder, situándolos en reservas y reduciéndolos a la tercera parte. Hoy, el último capítulo de esta masacre ha venido por parte del propio Gobierno de Chile y la multinacional ENDESA que los ha expulsado de los últimos espacios en el alto Bio Bio para construir grandes represas eléctricas:
- “Para nosotros lo sagrado es la naturaleza, lo cósmico, el ruido del agua, el sonido del pájaro. Defendemos lo universal, la sabiduría. Los mapuche, y por extensión todos los pueblos indios de Abya Yala: cunas, aimaras, quechuas, mayas, kuna, etc no cabemos en las estructuras estatales actuales. No nos gustan las ciudades sino el campo, el viento que lleva el río, la atmósfera que habita en los esteros… El pueblo pehuenche tiene que ver con los piñones (pehuén), la araucaria, de ahí La Arauca. Nuestra estructura social es un triángulo: el pueblo, machi (mujer) y el cacique. Pero el cacique no tiene el significado de aquí y que la colonización pervirtió. Es alguien que tiene que cuidar al pueblo, que está a su servicio las 24 horas, que habla con éste y con la machi en un círculo que no se puede dividir”.
De pequeño su abuelo le habló del significado de la luna. En el otoño pasado de 2009, denunció a la NASA en el Juzgado nº 3 de La Orotava por disparar aquella bombas atómicas sobre el cráter Cabeus del Polo Sur de la Luna con el objetivo de encontrar agua: “Todo es mapuche, universo –dice- La luna es un reloj biológico. Con esos cohetes han contaminado el satélite. Si hasta la fecha los humanos no hemos valorado el agua de la Tierra ¿cómo vamos a confiar en que se cuidará la de la Luna sagrada?”
Con Miguel puedes estar hablando todo el día. Entre su alma natural y su sensibilidad poética es uno de esos pocos hombres de la Tierra en un mundo globalizado. Con él puedes viajar sin darte cuenta hacia ese futuro de ayer de donde todo fluye. Si alguna vez te lo encuentras en tu camino, mírale a los ojos y recuerda que como dijo Ramiro Rainaga el escritor de Kollasuyo –la mal llamada Bolivia-, los pueblos indios del que nosotros llamamos nuevo continente, son 50.000 años de cultura cósmica, natural, 500 de cultura impuesta por el invasor, de Cristianismo, y 50 de marxismo…
ARTÍCULO DE: Agapito de Cruz Franco
Miguel Huenchual vive en La Orotava. Llegó hace veinte años de Abya Yala, la mal llamada América. Pertenece a ese mundo de más de 250 millones indios que tienen una única bandera de múltiples colores que representa a la Pacha Mama. Nació en Caragua, al sur de Chile, a 35 Km del océano Pacífico. Su padre, un antiguo cacique indio. Es el jardinero de mi Instituto, el IES La Orotava-Manuel González Pérez y estudió agricultura en la Escuela de Capacitación Agraria de Tacoronte, gracias a una beca que le concedió el Gobierno de Canarias cuando era Presidente Lorenzo Olarte y Consejero de Agricultura Castro Cordobés. El biólogo canario Javier Quevedo, a quien guiaba por aquellos territorios en diferentes investigaciones arqueológicas y naturalistas le orientó hacia estas Instituciones.
Previamente y con apenas 14 años, un mapuche como él, había decidido enviar solicitudes para estudiar agricultura a los 21 “países” de nuestra América, obteniendo una respuesta negativa por parte de todas estas “repúblicas de aire”, como las definiría al final de su vida el, primeramente español de aquel Estado estamental, después independentista entre napoleónico y republicano y por fin una fría estatua, Simón Bolívar, y tras quedar descuartizada en multitud de haciendas y provincianismos militares artificiales aquel inmenso territorio.
Cuando Miguel Huenchual, muy pegado a la familia y decepcionado de su América, riega el jardín botánico del instituto en el que el Profesor Juan Montesinos ha logrado crear a lo largo de los años toda una representación de la flora canaria de las diferentes islas, viaja con toda su cosmogonía mapuche por el universo guanche con el que se encontró al llegar aquí. De hecho tiene escrito un libro sobre los guanches que busca publicar. Se mezcla con el alumnado y le anima a cuidar la Tierra, con sugerencias como que si los jardines les dan oxígeno por qué le van a devolver suciedad. Y le molestan los barrancos de las islas llenos de escombros, plásticos electrodomésticos... pues como indígena y primitivo no soporta tratar así a la naturaleza:
- “Mapu- significa tierra y -che gente. Mapuche quiere decir gente de la Tierra. Actualmente el pueblo mapuche se compone de un millón y medio de personas en Chile y medio millón en Argentina. Seguimos sin ser conquistados porque teníamos una civilización bastante avanzada cuando llegaron por primera vez los europeos al cono sur. El mapuche sale de la Tierra que es la que nos ha parido. Una vez le pregunté a mi madre que de dónde veníamos los mapuche. Me dijo que de muy lejos, de otro planeta azul, que allí habíamos nacido y que la Tierra nos había dado cobijo y alimento porque es nuestra Madre”, me dice Miguel mientras riega las plantas entre el griterío juvenil.
A partir de la conquista fueron expulsados de sus tierras, negándoles su lengua, sus tradiciones y su cultura. Sin embargo en 1641 la Corona de España les “concedía” sus propias tierras y su independencia hasta que en 1883 más de 200 años más tarde, los nuevos Estados de Chile y Argentina se las arrebataban privándoles de todo poder, situándolos en reservas y reduciéndolos a la tercera parte. Hoy, el último capítulo de esta masacre ha venido por parte del propio Gobierno de Chile y la multinacional ENDESA que los ha expulsado de los últimos espacios en el alto Bio Bio para construir grandes represas eléctricas:
- “Para nosotros lo sagrado es la naturaleza, lo cósmico, el ruido del agua, el sonido del pájaro. Defendemos lo universal, la sabiduría. Los mapuche, y por extensión todos los pueblos indios de Abya Yala: cunas, aimaras, quechuas, mayas, kuna, etc no cabemos en las estructuras estatales actuales. No nos gustan las ciudades sino el campo, el viento que lleva el río, la atmósfera que habita en los esteros… El pueblo pehuenche tiene que ver con los piñones (pehuén), la araucaria, de ahí La Arauca. Nuestra estructura social es un triángulo: el pueblo, machi (mujer) y el cacique. Pero el cacique no tiene el significado de aquí y que la colonización pervirtió. Es alguien que tiene que cuidar al pueblo, que está a su servicio las 24 horas, que habla con éste y con la machi en un círculo que no se puede dividir”.
De pequeño su abuelo le habló del significado de la luna. En el otoño pasado de 2009, denunció a la NASA en el Juzgado nº 3 de La Orotava por disparar aquella bombas atómicas sobre el cráter Cabeus del Polo Sur de la Luna con el objetivo de encontrar agua: “Todo es mapuche, universo –dice- La luna es un reloj biológico. Con esos cohetes han contaminado el satélite. Si hasta la fecha los humanos no hemos valorado el agua de la Tierra ¿cómo vamos a confiar en que se cuidará la de la Luna sagrada?”
Con Miguel puedes estar hablando todo el día. Entre su alma natural y su sensibilidad poética es uno de esos pocos hombres de la Tierra en un mundo globalizado. Con él puedes viajar sin darte cuenta hacia ese futuro de ayer de donde todo fluye. Si alguna vez te lo encuentras en tu camino, mírale a los ojos y recuerda que como dijo Ramiro Rainaga el escritor de Kollasuyo –la mal llamada Bolivia-, los pueblos indios del que nosotros llamamos nuevo continente, son 50.000 años de cultura cósmica, natural, 500 de cultura impuesta por el invasor, de Cristianismo, y 50 de marxismo…
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