viernes, 15 de octubre de 2010

VILLEROS ILUSTRES,

DON JOSÉ DE PONTE Y MÉNDEZ, PASTOR DE HIGA

ARTÍCULO DE: Bruno Juan Álvarez Abréu

Hace muchos años que nuestro querido y recordado don José descansó en la paz del Señor. A lo largo de estos años, cuantas plegarias cuántas peticiones, cuántas súplicas hemos elevado al Altísimo a través de don José.
Sabemos con toda certeza que viendo desde el Cielo y no está impartiendo su bendición, como él acostumbraba, para que sus perdomeros, sus queridos vecinos de La Perdoma, fuéramos más agradecidos, más unidos, más celosos de los cultos litúrgicos, del descanso dominical, del bienestar social, cultural, sanitario...; en una palabra, para que gozáramos de una calidad de vida acorde a los tiempos en que vivimos. Porque don José dedicó toda su vida a defender los intereses espirituales y materiales de todos sus feligreses, desde Benijos hasta La Vera, pasando por La Perdoma y La Luz, y desde el barranco de San Antonio hasta el de La Raya. Su proyección social y religiosa la compaginaba tan bien, que algunas veces era muy difícil distinguir cuándo se trataba de una u otra acción. El mensaje de Navidad a todos los vecinos al frente de su rondalla Los Divinos; la alegría de la Misa del Gallo la noche de Navidad; la confección del añorado Portal de la infancia; la Cabalgata de Reyes, que organizaban los seminaristas de aquel entonces y que se remataba con la célebre piñata; la generosidad de todos los vecinos el día de su santo; la piedad, oración, penitencia y el realce de los cultos de Semana Santa; la alegría y convivencia de la Bendición de los Campos; los entretenidos juegos malabares el segundo domingo de Resurrección en el salón parroquial, donde no faltaban exce­lentes prestidigitadores, cuadros plásticos y musicales; el reparto, a través de Caritas, de los productos venidos de EE.UU., como la leche en polvo, el queso, la mantequilla... Las charlas de Acción Católica todos y cada uno de los miércoles del año, donde no faltaba el aliento y las recomendaciones del Conciliario para luchar como buenos cristianos y honrados ciudadanos. Las emociones de las tardes de fútbol en el salón parroquial, oyendo la retransmisión de la Selección Española a través de Radio Nacional de España, con el timbre sonoro del inconfundible Matías Prat.
En el mes de Junio de 1958, el respetable párroco de la Perdoma, antiguo Pago de Higa, Don José de Ponte y Méndez, celebraba sus bodas de plata de su primera misa. Esto motivó la celebración en la parroquia de Higa de un solemne octavario, en el que tomaron parte los oradores: Don Sixto Rodríguez Hernández, Don Jesús Rodríguez Lorenzo, Don Sebastián Farraís Rodríguez, Don Domingo Martín Luis, y Don Luis Álvarez García. Desarrollándose paralelamente una velada literaria musical, cerrando el acto Don Jesús Cabrera Medina, ex párroco de San Juan Bautista de la Orotava y San José de Santa Cruz de Tenerife. Las numerosísimas comuniones y gran asistencia de fieles a todos los actos programados, pusieron de manifiesto la gran labor de apostolado que el cura Ponte realizó en este histórico Pago villero.
A don José, los perdomeros le deben el interés de sus obras sociales y de su sagrado misterio. Teniendo la satisfacción de que después que se hallaba regentada la parroquia por este apóstol, fueron varios los sacerdotes que salieron de dicho Pago, ingresando en el ejercicio del ministerio sacerdotal. Don José era intimo amigo de mi padre Juan Álvarez Díaz compañero suyo en el colegio San Isidro, regentado entonces por los Hermanos de las Escuelas Cristianas, el cual le suministraba gasolina de su industria para la fabrica y reforma del templo. En 1946 se propuso restaurar la iglesia y la construcción de su Torre - Campanario, fue acreedor por suministro de gasolina del depósito de mi progenitor, cuyo insólito montante fue de doscientas catorce pesetas y setenta céntimos, según indica una ilustrativa carta, que envía a quienes le prestaron apoyo económico. Así pues don José fue un hombre lleno de fe, y de caridad. Hizo de La Perdoma un pueblo abierto, ágil, fraternal, dispuesto a la superación.
Don José de Pontes y Méndez, para nosotros, queridos perdomeros era el sacerdote intérprete de su sagrado misterio, donde prodigó su corazón bondadoso y generoso. Cuando Don José, - así se le nombraba, sin el aditamento de los apellidos -, tomó posesión de la feligresía de La Perdoma, su iglesia era una pequeña ermita construida en el siglo XVII por la familia noble villera “Alfaro”. Con tesón indomable de apóstol, logró reedificar en los difíciles años cuarenta, auxiliado por los vecinos de toda La Orotava, un templo altruista, declarado parroquia en 1929 por el obispo Nivariense Fray Albino González y Menéndez - Reigada. Para ello tuvo que recorrer casa por casa en solicitud de ayuda económica, que al ser coronada por el éxito motivó las reformas que se efectuaron.
Así convirtió la pequeña e histórica ermita en un cenobio bajo los afanes de su caritativa misión, inspirándose en la constancia y gestiones prodigiosa para que Higa dispusiera de más escuelas nacionales y de casas para obreros así como la gran labor social de auxiliar a los menesterosos, y la tarea de sembrar bueno cimiento del evangelio, constituyendo una maravillosa página de su vida consagrada por entero al ejercicio del bien común. Pero no solo esto, sino también tenía a su cargo el barrio de “La Luz”, cuya iglesia, fundada por la misma familia de Alfaro, dedicada a la santísima Virgen del mismo nombre, se encontraba en estado ruinoso.
En las Navidades del año 1952, don José pasó por las calles de la villa de La Orotava con una rondalla dirigida por don Gustavo Dorta Hernández, la que interpretó canciones navideñas. Su mano de amigo se tendió en suplica de una limosna para obsequiar en el día de reyes a los niños necesitados de su querido y adorado barrio perdomero. Nadie permitió, que aquella mano se retirase vacía. Y sonrió satisfecho, porque los niños de Higa vieron desfilar a los Reyes Magos en la tarde del día 6 de enero de 1953.
La Perdoma entonces era un barrio lejano y antes no podían llegar sino aquellos Reyes que cabalgaban en la imaginación infantil. En ese lugar de Higa los Reyes hicieron su parada en la pequeña plaza, donde depositaron sus obsequios, observándose mucha emoción en la gente mayor que contemplaban la belleza del acto.

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