martes, 5 de octubre de 2010

LOS REALEJOS AL DÍA,

DISCURSO DEL MANTENEDOR DE LAS FIESTAS DE TIGAIGA 2010 EN HONOR DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DON JUAN DEL CASTILLO LEÓN
“Debo agradecer, y así quiero hacerlo, el honor que con mi vida y palabras han sido obsequiadas, trayéndoseme por gentileza de la dinámica Comisión de Fiestas, a actuar de mantenedor de esta velada. Ello me ha dado la oportunidad de revivir una de las páginas más interesante de la historia de Tenerife de la que Tigaiga fue escenario y testigo privilegiado: el fin de la era prehispánica y de la conquista de la isla. Y lo que es, aun, más grato; el tratar desde hace algún tiempo a los tigaigueros conservan, en toda su pureza, y en qué grado, las virtudes que adornaron nuestros aborígenes.
Consecuencias de las batallas que iban ganando los españoles (La de La Laguna, La de Centejo), a principios de Julio de 1496, los hombres del Capitán Alonso Fernández de Lugo, luego Primer Adelantado, entraron en el Valle de Tahoro o de Arautápala, no siendo contrariados por los enemigos. Los Guanches, ante la superioridad del adversario no atacaron sino que se atrincheraron en los lomos mas escarpados de la sierra de Tigaiga, en cuyos contornos se habrían librado los combates más encarnizados con los españoles. Bencomo o Benitomo no se descuidaba y aquí reunió con sus tropas, a otros menceyes: Beneharo (Anaga) – Padre de Guacimara -, Acaimo (Tacoronte), Romén (Daute), y Zebenzuí, llamado el “hidalgo pobre”. Consciente de lo menguado de sus ejércitos, envió a Don Alonso, emisarios o mensajeros. Y pronuncian sentidas palabras, cuyos ecos, a través de los barrancos, han llegado hasta nosotros: “Queremos ser cristianos; pero juramos, por lo más sagrado, que nuestros hijos, y aun nosotros, jamás seremos esclavos; y conservaremos esta libertad que tanta sangre nos ha costado ya”.
Bencomo y Bentor, merecen unas palabras. Bencomo era el Mencey de Taoro, el nuestro, el más poderoso de todos; superior incluso a Tinerfe el Grande. Para Rumeu de Arma es “el caudillo guanche de personalidad histórica indiscutible”. Antonio de Viana, el poeta y medico lagunero, en su famoso “poema” hace una descripción insuperable de Bencomo: “Corpulento cual gigante; dientes diamantinos; barba cana, de color de nieve que le llegaba, casi, a la cintura, brasos nervosos de lacertos llenos; modesto, justiciero; altivo de pensamientos, sabio; prudente y sobre todo, arrogantísimo”.
El Mencey Bentor tuvo un dramático destino: el panorama a su alrededor, le llenó de desesperanza y angustia: las tierras desoladas, los rebaños arrebatados o dispersos… Se llego al colmo de la humillación: la cabeza de Tinguaro fue enarbolada en una pica y luego transportada como cartel de desafío al rey de Taoro para amedrentarlo. Y este, con rabia, indefenso, tuvo que aceptar el macabro regalo. Así fue arrastrado a una decisión trágica. Una aciaga mañana, desde lo alto de un barranco, en las proximidades de Tigaiga, Bentor se lanzo al vacio en suicidio ritual (Rumeu, La Conquista de Tenerife” 1975). Mucho tiempo después de la conquista se mantenía vivo el recuerdo del dramático suceso, y a la torrentera se identificaba como “ el barranco donde se desrisco Bentor rey”. Copla y canción se ha hecho la leyenda bentoriana. Hoy, en el mirador de “El Lance”, en gigantesca estatua de Carmen León, está el infortunado Mencey, con las manos sobre la frente, corriendo hacia el abismo, desafiando al tiempo. Todo un símbolo para los infinitos visitantes que vienen a venerarlo.
Y la leyenda haciéndoles requiebros a la historia. La centenaria María Rosa Alonso, nuestra vecina de “Los Llanos de la Paz”… dice que el imaginativo historiador usaba los topónimos aborígenes para dar nombres a personajes. Así Tigaiga-risco se convierte en Tigaiga - capitán, como nos ilustró otro mantenedor, Álvaro Hernández Díaz. En las batallas más celebres de la conquista Tigaiga mataba godos y mandaba a mas de 1000 hombres de Bencomo que le seguían “con “indomable furia”. Tuvo como amante a Gualda, amigas de las infantas de Taoro. Era tan guerrero de batallas como guerrero de alcoba. Tuvo, También, un trágico final. Portaba orgulloso, el capitán Tigaiga una bandera que había arrebatado al enemigo, en la batalla de la Matanza de Acentejo. Se Tropezó, entonces, con el capitán andaluz, Hernando de Trujillo. Se intercambiaban entre los dos, terribles y espantosos golpes. Al fin, el Señorito de Jerez da muerte al heroico capitán Tigaiga.
En esta noche de fiesta, tan propicia para soñar, falta, en este apresurado cuento, el hada de la conquista, La Princesa Dácil. Era la hija predilecta de Bencomo. Al contrario que otra hermana, la infanta Rosalba que ni gozo del amor paterno ni del terrenal con el Capitán Guetón. Pero Dácil ha pasado a la historia por sus amores con el Capitán Gonzalo del Castillo, que con sus hombres de a caballo, tuvo un papel decisivo en las batallas de La Laguna y La Victoria de Acentejo. Prisionero, dos veces, de Bencomo, mediaba la princesa solicitando del magnánimo Mencey el perdón. Lo que demuestra la grandeza del excelso monarca. Incluso fue Don Gonzalo intermediario entre Bencomo y Fernández de Lugo. Luego, a principios del siglo XVI, tuvo en Los Realejos o El Realejo denominación predilecta del padre Siverio – Seis fanegadas de tierra. La boda del capitán y la princesa ha tenido, en todo tiempo, un simbolismo que traspasa lo anecdótico. No hay ya vencedores y vencidos. No se habla de ellos y nosotros. Todos somos nosotros. Dos razas fundidas a la sombra del Padre Teide. El poeta Lagunero Luis Álvarez Cruz lo plasmó en sonoros versos:
“De Dácil y Castillo nos viene ese llegado de la sangre, una historia que el amor aureola; hay en mi copa un poco de espuma del pasado y una nostalgia guanche en mi sangre española”.
Manuela Marrero, en su libro “Extractos de los protocolos de Los Realejos” (1991, Instituto de Estudios Canarios) se refiere, hacia 1530, a los testamentos de Pedro Yanes del Barranco y Gonzalo Yanes de Tigaiga, pertenecientes a una misma familia, con arraigo en el lugar. Las dos últimas voluntades son parecidas. Ordenando ambos ser enterrados en la iglesia mayor del Señor Santiago del Realejo de Taoro; y dejando donativos a la Virgen de Candelaria, a La Concepción del lugar, al Señor Santiago y San Sebastián, Yanes del Barranco, por su parte, tiene “bienes en Icod de los Trigos y en Tigaiga un pedazo de tierra para viñas y un par de casas de paja”; también, un esclavo Juan, sobre el que ordena “ que sea libre de su mitad” y “ manda a sus herederos, so pena de perdición, que si el esclavo diera veinte doblas, quede libre” .
Reliquia tigaiguera son los lavaderos públicos, anteriores a 1701. La caudalosa fuente se secó; pero quedan los lavaderos como testigos mudos, estando en uso hasta los años sesenta, del siglo pasado. El Ayuntamiento ha querido preservarlos tal como eran con sus dos chorritos gemelos. Chorritos que mataron la sed de los abuelos.
Por otra parte, una de las más populares tradiciones de Tigaiga es el portal- como decimos los canarios- , que data de 1972, vinculado al salesiano Don Guillermo Navarro. Primero, se confeccionó dentro de la ermita con figuras; luego se hizo viviente, en la plaza. Con sus chilabas y atuendos, con sus decorados judíos, Tigaiga se convierte en otro pueblo de Belén. En los primeros años, fue famoso la cercanía; hoy, lo es en toda Canarias.
Tigaiga es solidaridad con sus tocayos. De ahí los estrechos lazos que unen a Tigaiga- pueblo con Tigaiga- hotel: al festival de coches antiguos, colaboración en la romería de San Antonio Abad, en Enero. Por cierto, se ha dicho que la de San Marco, de Tegueste, en Abril, es la primera. La primera de todas es la de Tiagaiga. Artífice de estos acercamientos son, por una parte, la saga de los Talg don Enrique Talg Wayss, ayer y don Enrique Tagl Reineke hoy; y por la otra, el impecable trío que componen, con Don Esteban Domínguez, Doña Esperanza Gonzales y Don Enrique “El Flaco”. En suma, como reza la placa, con la que honró al establecimiento portuense la asociación de vecinos “Tigotán”, por llevar el bellísimo nombre de Tigaiga por todos los rincones del planeta. Nombre que viene de un verbo verebel que significa “Mirar desde arriba”, desde lo alto, en clara alusión al balcón de “El Lance”.
Los tagaigueros son fuertes, sanos, nobles, alegres. Es decir, buenas gente. Antes eran todos agricultores vestidos a la vieja usanza. Con su amplias camisas blancas mareadas por el llanto de la platanera. Hoy, practican las más diversas profesiones. Pero sigue la vida centrada en el hogar. Se recogen pronto. Con sus penas y alegrías. De las primeras, basta la referencia a la actual crisis, que golpea a no pocos hogares tigaigueros. Del la segunda, hasta recordar la navidad de 1991: Tigaiga es agraciada con el segundo premio de la Lotería Nacional; el número, de grato recuerdo fue el 23.223.
Tigaiga es un pueblo silencioso, alejado, que camina de puntillas por el aire brumoso del valle. Caserío de original arquitectura tradicional canaria. Con sus escalones de piedra. Con sus escaleras a la calle, cubiertas con un tejadito a manera de alero, en lo últimos peldaños. Con sus puertas asimétricas sí, pero abiertas de par en par para el amigo, para el visitante. Pueblo de casitas blancas que trepan sobre las montañas desde las que se divisa el mar, la mar. Blanco y azul. Azul y Blanco. Los colores de la patrona la Purísima Concepción.
Y cuenta, también, con sus antiguas casonas: “La casa de la Coronela”, cercana a el Aserradero. Sus corredores son mudos testigos del esplendor cultural y económico que alcanzo la hacienda con los esposos Ana y Francisco Machado y Jaén, a finales del siglo XVII (1696). Si me permitís la ironía, sabía que el Puerto tenía su “Charco de la Coronela” al que daba nombre la esposa de alguno de aquellos legendarios Coroneles Ingleses de vuelta de la India. Pero ignoraba que Los Realejos tuvieran su casa de “la Casa de la Coronela”. Confío en que, alguna vez, Don Esteban Domínguez cuya labor por Tigaiga es impagable, me cuente el origen del nombre. “La Casa del Cuchillo”, de la que un día, en Madrid, cenando en “Lucio” me hablaron sus actuales dueños. Estratégicamente situada, cargada de alcurnia, guardada en una perla inestimable: La Imagen de San Antonio. “La Casa de la Era” va unida al nombre de un caballero a carta cabal e ilustre general, hijo del Valle, a quien toda la isla conocía por don Lorenzo, a secas. Mecenas del solar del centro sibico- social, a quien, en agradecimiento, la asociación de vecinos “Tigotán” nombró presidente de honor. la asociación es la mejor guardia Suiza de Tigaiga, construida durante la transición, siendo su primer y fructífero presidente don Diego Abreu; años más tarde se formo el grupo folclórico del mismo nombre, dirigido por don Domingo Fumero que tantos éxitos ha cosechado, realizando una encomiable labor entre los pequeños.
Entre col y col lechuga. O pimienta, mejor. Para mí, los tigaigeros todos son nietos de Bentor y ellos a su imagen y semejanza. Hace poco lejos de la plaza, en una hacienda que perteneció a un marques o a un Conde, mientras saboreaba ese vino patriarcal al que ustedes convidan con tanta largueza, amistad, con unos paisanos que me recordaban al bien dotado Mencey. Alto, delgado, bueno, con unas manos enormes. A uno de ellos – Chan o algo así se llamaba - le interrogué, con picardía, si las demás cosas las tenia tan grandes. Me contestó apresurado: “Si, si y mas grandes pregúntaselo a mi pareja”. Me contestó voy a detenerme a las centenaria ermita de Tigaiga, corazón de los festejos. Ya existía en 1627, o antes, siendo sus patrones la familia Grimón (Doña Marciana, su hijo Luis Benitez Cuevas) que tantas tierras poseían en Los Relajos hasta el punto de llevar su nombre uno de su barrios “La Grimona”. El oratorio fue también motivo de discordia entre el clero cecular y los Franciscanos del convento de Los Realejos tan familiares a Tigaiga, durante su permanencia en los Siglos XVII y XVIII. Posterior mente en 1755, hay desencuentro, que llegan al obispo Moran, a propósito de paredes y tejas, entre el colindante, Diego Gómez y José Gonzales Benítez de Lugo Suarez Gallinato (La Orotava, 1673- 1758), Tercer Marques de Celada en Canarias, que poseyó, también, opulento mayorazgo en el Realejo. Al final, Gomez, junto y con los demás vecinos, pagó las obras. Y todos se resolvió con un reparto de llaves: “Al medianero del Márquez se entregó la llave de la puerta que mira a su hacienda; quedándose Diego Gomez con la puerta principal que mira al camino” . Por otra parte, en un informe del cura al obispo, de 1867, consta que Tigaiga tenía 59 vecinos, con 263 almas, siendo la ermita de capellanía parroquial y distando 1.400 metros de la iglesia mayor en camino regular.
El investigador Rodríguez Mesa, al que debemos los anteriores datos, hace una sobre descripción del templo: de planta rectangular paredes lisas de blanco y cubiertas de las tradicionales tejas acanaladas. “En su sencillez arquitectónica radica su belleza”. La ermita cuenta con sagrario permanente, desde 1974. Con caoba traída de Venezuela es obra del tallista Lorenzo García Hernández. El 27 de Enero, en solemne procesión, llega S.D.M., de manos del párroco Don Carlos Rodríguez Quintero y el obispo nombra a la vieja ermita “iglesia auxiliar “. El recibimiento es apoteósico: suelta de palomas, voladores, pétalos de rosa tirados desde las azoteas una alfombra de flores. Sólo falta la placa de mármol que prometió el alcalde de entonces, para perpetuar las efemérides. Una de tantas promesas incumplidas con Tigaiga.
Y presidiendo la iglesia, la imagen de la Inmaculada Concepción patrona del pueblo, a quien se dedicaban estas fiestas, talla de candelero de la que no se conoce con exactitud, las fecha ni el autor. Mencionada con frecuencia en fuentes de siglo XVIII denota una cronología anterior. Dice la tradición que antes presidio la inglesia parroquial del mismo nombre, del Realejo Bajo. Parece emparentada con los franciscanos del Convento de “Santa Lucia” – del que tanto sabe el padre Siverio, tan querido en toda la isla - , al ser una devoción suya. La Virgen, en el oratorio, está custodiada por los cuadros de Cuatro Santos de la Orden, dos a cada lado: San Buena Ventura, San Luis Obispo, San Pedro Acántara, y San Bernardino de Siena, Para Camacho Pérez – Galdós es una Señora “llena de dulzura y bellezas”, cuyas raíces históricas hay que seguir buscando.
Al filo de septiembre los tigaigeros honran a su patrona. Fiestas de Tigaiga que son, casi, Fiestas de Otoño. Los días son más cortos, los cielos más limpios y las puestas de sol- fuego y oro. Únicas. Aquí, el rojo lo invade todo. El risco va tomando tonos marrones. Y el astro rey juega al escondite tras la gigante muralla. Con tal decorado de fondo, los realejeros que venían al reclamo de los festejos, eran obsequiados con las primeras uvas de un año. Mientras la procesión avanza, las mejores ruedas de fuego de los Toste- acreditadas casa pirotécnica fundada por el realejero Marcos Toste del Castillo – alumbra el recorrido. Y como broche de oro, un espectáculo multicolor de cohetes de silbato y corona, desde el mirador “El Lance”, visibles en todo el Valle, hace de la noche día. Las apoteosis foguetera, en fin, iluminada también, la mente de los tigaigeros y revive los personajes populares de otras épocas: Pedro “ el Carrasco”, “ Cho Juan “ el Sajorí”, José “ El Morocho”…
Y termino. Tigaiga es muchas cosas: cumbre, risco, sierra, ladera, anfiteatro… Y más, historia a la que tanto nos hemos referido; vergel de airosos jardines y campos perfumados por el vaho tibio de sus generosos mostos. Como diría Viera, refiriéndose al clima, “de temperie sana, sin calor que ofenda, ni frio que incomode”. Y es, en fin mirador, balcón con la mejor vista sobre el mundialmente famoso Valle de la Orotava. Y no barrio – palabra que nunca he empleado – sino pueblo. Como se ha escrito “un pueblo dentro de otro pueblo”. Pienso, con humildad, que la blasonada Villa de Los Realejos debe mimar más a Tigaiga, su mejor filón histórico. Difícilmente, se comprende, su ninguneo en las pasados fastos del V Centenario, en 1996. Deseo, de corazón, a todos los tiguaigueros y tagaiguera, unas Felices Fiestas 2010. Fiestas antiguas. Con personalidad propia. Y muy, legítimamente, vuestras. Y si me lo permitís, desde esta mágica noche, también, mía MUCHAS GRACIAS.
Juan del Castillo León
Martes 7 de septiembre 2010 -Tigaiga Los Realejos

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