MAKARONESIA (y II)
ARTÍCULO DE: Agapito de Cruz Franco
Debido a su situación ultraperiférica o, mejor, excéntrica, respecto a la UE e incluso a su bajo PIB, la Makaronesia ha sido beneficiada con fondos económicos europeos (Feder, Interreg, etc) que han sido empleados de forma muy dispar. Así, mientras en Acores, por ejemplo, se han destinado a reforzar la estructura productiva (ganadería, agricultura, pesca, energías limpias, formación profesional, turismo, etc) copiando en parte el modelo llevado a cabo con éxito en Irlanda, en Canarias, esos mismos recursos económicos han sido empleados para destruir el medio ambiente, con inversiones descomunales en infraestructuras viarias, urbanísticas y turísticas que han llevado a las islas mayores a una especie de hongkonización de su territorio.
Independientemente de los viajes hechos en la antigüedad por fenicios, tartesios o vikingos, excepto Canarias, donde desde tiempos antiguos ya existían los guanches antes de la cruenta conquista de las mismas por el Reino de Castilla, el resto de archipiélagos de la Makaronesia no estaban habitados, siendo los portugueses sus primeros pobladores.
El almirante genovés Manuel Pessanha, al servicio del Rey de Portugal D. Dinis fue el descubridor en 1317 de Madeira, Acores y Canarias. Madeira comenzaría a ser poblada en 1420 por Joao Gonzales Zarco y Trasteo Vaz Teixeira. Acores en 1427 a cargo de Diogo Silves que arribaría en primer lugar a la Isla de Santa María, la misma en la que haría escala Cristóbal Colón al final de ese mismo siglo al regreso de su primer viaje tras descubrir el Nuevo Mundo.
Aparte de esa fecha de 1317, lo que sí está perfectamente documentado es que los portugueses llegaron a Canarias en 1336, (aunque ya en 1312 el genovés Lancelloto Malocello había desembarcado en Lanzarote) muchos años antes de la conquista definitiva de las mismas por Alonso Fernández de Lugo al servicio de los Reyes Católicos en 1496, conquista que se había iniciado en 1402 en Lanzarote por los normandos Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle. Esta primera etapa de la conquista se hizo a iniciativa de particulares y no de la Corona, lo que se llamó régimen de señoríos (Lanzarote, Fuerteventura, El Hierro y La Gomera). La segunda fase denominada de realengo y que comienza en 1477 ya la lleva a cabo la Corona de Castilla afectando a las islas de Gran Canaria, La Palma y Tenerife.
Hasta el Tratado de Tordesillas en 1494, Portugal mantuvo sus derechos legales sobre Canarias aunque entre los siglos XVI y XVII, concretamente de 1580 a 1640 toda la Makaronesia estuvo bajo dominio español con los monarcas de la Casa de Austria (Felipe II, Felipe III y Felipe IV).
Pero por encima de disputas políticas, lo cierto es que a propósito de Canarias, está históricamente comprobado que a partir del siglo XVI y hasta el siglo XVIII (después también pero en menor medida), las Islas que eran tierra de paso para los españoles que buscaban fortuna en las Américas, no lo eran para miles de familias de Madeira, Acores y Portugal, a quienes, por razones políticas, se les impedía viajar a las Américas o se les ponía dificultades. De esa forma, recalaban y se asentaban definitivamente en Canarias que sí eran bien recibidos, y en donde aportaron no sólo una clase trabajadora, sino también unas clases medias que iban forjando con sus costumbres, su cultura, su lengua, su arquitectura y la inmensa riqueza de sus conocimientos y profesiones, la sociedad que conocemos hoy, llena de reminiscencias portuguesas.
Cabo Verde había sido descubierta y poblada por los portugueses en 1462, cuando se funda Ribeira Grande (hoy Cidade Velha). Eran unas islas completamente verdes y cubiertas de una densa vegetación tropical, que 500 años después la colonización y el cultivo intensivo de la caña de azúcar (fue en sus inicios un centro de trata de esclavos) las ha transformado en un desierto. A ello hay que añadir en la actualidad, la gran amenaza que se cierne sobre Cabo Verde con la invasión del capital oligárquico canario y su modelo depredador.
Hoy en día y políticamente hablando, Acores y Madeira pertenecen al Estado de Portugal –la nación más antigua de Europa-, mientras que las Islas Canarias al de España, siendo las tres, comunidades o regiones autónomas. Cabo Verde se ha convertido en Estado independiente, y, Las Salvajes, aunque están bajo soberanía portuguesa, sin embargo ésta no es reconocida por España que considera que son parte de las islas Canarias. Cuestión completamente absurda en una época de interdependencias como la de hoy y en la que la balsa de piedra de Saramago parece dejar atrás las divisiones que las diferentes genealogías dinásticas imponían a un mismo pueblo al que partían a menudo en dos.
A todos estos primeros asentamientos amazihgs, castellanos o portugueses, se añadieron andaluces, gallegos, extremeños, flamencos, normandos, genoveses etc. junto al intercambio con las Américas y la mezcla de razas allí habida. Ello fue debido a su situación estratégica, por la que los alisios empujaban las naves hacia el nuevo mundo a través de Madeira y Canarias y la Corriente del Golfo las devolvía a Europa por las Acores.
Los homínidos no son pues (y como puede observarse) un endemismo de la Makaronesia sino una especie introducida, a veces incluso invasora. Ni castellanos, ni portugueses, ni los primitivos pobladores de Canarias, ni el resto de grupos humanos que se fueron asentando existían previamente en las islas. Todos ellos son una especie foránea. Sin embargo, la mexturización llevada a cabo por los siglos ha ido conformando en estos animales una doble naturaleza de carne y de piedra, de raíces antiguas de muchos pueblos que se han fundido con la lava y la naturaleza como dice la cita del comienzo de Vitorio Nemésio, y creado un nuevo ecosistema junto a especies endémicas, algunas únicas y sólo existentes en la Makaronesia y otras, como ellos introducidas, pero formando parte ya de la flora, la fauna y la geología makaronésica.
Porque si por algo se caracteriza la Makaronesia es por ser un reducto del Terciario, con sus bosques de laurisilva donde crecen: barbusanos, tilos, cedros, laureles, viñátigos, pinos, brezos, hayas (faial), helechos… junto a euphorbias, tabaibas, cardones, palmerales, mocanes, acebuches, lentiscos, almácigos, jaras, codesos, magarzas o margaritas, hinojos o funchas -de ahí el nombre de Funchal, capital de Madeira- y entre muchas otras, el emblemático drago, tan común a toda la Makaronesia.
Por estar a mitad de camino entre tres continentes: Europa, África y América e incluso Asia y Australia, otras especies vegetales han sido introducidas y se han adaptado a lo largo de los siglos como: la flor de mundo u hortensia procedente de Japón y China que en el caso de Acores viste todos sus caminos y carreteras, criptomerias (Japón), acacias, inciensos, eucaliptos (Australia) diferentes tipos de pinos (Europa), araucarias, magnolios, castaños o plátanos de indias (América), estrelicias (África del Sur), anturios (Colombia), orquídeas (Oriente), flores de Pascua o mañanas de Pascua, aloes, rododentros, jacarandas, belladonas o “las niñas van a la escuela” como las llaman en Acores por florecer en septiembre, y cuya producción en estas islas es recogida íntegramente por empresas estadounidenses, etc. Algunas han ido desplazando a otras, siendo empleadas para el consumo de las poblaciones que iban asentándose: viñedos, caña, plátanos, piña, tabaco, tomate, papa, etc. Y con ellas otras especialmente agresivas y destructoras como el rabo de gato, el picudo rojo o la mosca blanca, por citar sólo algunas.
Cachalotes, delfines y ballenas –hasta veintitantas especies de las mismas- surcan sus aguas y algunas mantienen comunidades fijas, como calderones o ballenas piloto entre La Gomera y Tenerife o cachalotes en las Acores en cuyas aguas hay toda una industria de avistamiento de cetáceos. Junto a ellos, 470 especies de pescados diferentes cuyos nombres se suceden, se combinan y se cambian de unas islas a otras: pez espada, atún, tamboril, abrote (brota), caballa, mero, vieja, sargo, morena, picuda, salema, dorada…
Debido a esta riqueza natural, gran parte de su espacio se halla protegido. Por un lado están las legislaciones nacionales: parques nacionales, reservas o monumentos naturales (sólo en Canarias hay 4 parques nacionales y el 50% de territorio protegido, al menos en teoría…). Por otro está la legislación de la Unión Europea: Red Natura 2000 (que en Acores llega a alcanzar hasta 33.639 hectáreas), Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA en castellano y ZPE en portugués-, lugares de interés comunitario (LIC), reservas marinas, etc. Cabría señalar aquí los Jardines Botánicos existentes en muchas de las Islas y que ya desde el siglo XIX el interés científico fue estableciendo y donde se han aclimatado numerosas plantas de todo el mundo. Muchas de las islas han sido también declaradas Reservas de la Biosfera.
Pero si hablamos de naturaleza no podemos hacer menos con su cultura. No olvidemos que durante prácticamente 500 años las comunicaciones entre ellas y, entre ellas y los continentes se hicieron por mar. Y fue ese continuum marinero ya desde los primeros navegantes portugueses y castellanos el que estableció unos lazos culturales, religiosos, lingüísticos, urbanísticos y etnográficos similares. Las Iglesias, la arquitectura civil, las fiestas populares, el carácter de sus gentes, los nombres y apellidos (sólo hay que cambiar en muchos nombres del español de Canarias la “m” por la “n”, desprender la “d” del nombre como una simple preposición, añadir una “i” a la “e” o convertir una “v” en “b”, etc. para que empiecen a aparecer los vocablos originales lusos), junto a más portuguesismos ( ajeitarse, fonil, coruja, engodar, gaveta, largo, magua, más nada, millo, mojo, zafado, etc), los topónimos, la diversa artesanía, el folklore o las tradiciones…son muy parecidas, por no decir iguales en toda la Macaronesia Norte, Central y del Sur. Y no me refiero sólo a los pajares de Pinolere en La Orotava o Madeira, a los kioskos o templetes de la música de muchas plazas en los pueblos de las diferentes islas, a las ermitas, capillas o imperios en las calles, a los trajes y vestimentas del folklore, algunos, como el de La Orotava prácticamente calcado del de Funchal en Madeira; sino también a las procesiones alfombradas en Fiestas del Corpus, a las folías del Espírito Santo de Ponta Delgada en Sao Miguel, cuyos sones continúan en las folías canarias mientras, los cortejos festivos con sus carros de bois, sus costumbres populares, el pan sobado y el vino, pasan a las romerías de la isla del Teide, o el rojo granate del Corpus lo hace colgando de ventana en ventana a través de todo el Océano.
La Makaronesia forma parte además de la memoria mágica colectiva europea (y no sólo de la antigua Grecia), donde sus míticos volcanes pasaban desde Islandia hasta Cabo Verde cambiando de lugar en cada leyenda. Leyendas que retroalimentaban a su vez la historia como la del monje celta irlandés San Brandán o Brandón que con su cultura gaélica tuvo que huir mar adentro llegando a dar nombre a una isla invisible en Canarias, San Borondón; o la del Monte Brasil en Angra do Heroismo, Terceira, volcán que tiene su origen en la mítica isla irlandesa de Brashel, aquí colocada en un mapa de 1507 y que pasaría luego a dar nombre a uno de los países más grandes de América del Sur. Por no hablar de las leyendas medievales de Machim en Madeira o Gara y Jonay en Canarias, todas tan similares.
Es por eso, por lo que en pleno siglo XXI se echa en falta en la educación, en la comunicación y en los transportes, más fluidez entre todas las Islas de la Makaronesia. Apenas un avión semanal de la SATA (Líneas Aéreas Açorianas) une Canarias, Madeira y Acores. Tan sólo un barco de pasajeros canario –el Ferry Armas- une semanalmente también y desde hace muy poco Canarias y Madeira. Para ir a Cabo Verde es necesario hacerlo vía Madrid, y, para desplazarse hasta Las Salvajes, lo único que recuerdo son las excursiones que la ONG medioambiental “Birding-Canarias” de Los Silos (Tenerife), realiza alguna que otra vez al año para observar las aves. Debe ser, esta tendencia a la incomunicación y esta ignorancia racional en la educación, cosa de los Estados, esas lápidas de las que hablaba al comienzo (qué menos que tener el portugués o el castellano como idiomas optativos en los Institutos de unos u otros archipiélagos, de la misma manera que el inglés o el alemán, junto a clases de tamazight la lengua de los amazigh (en este caso en las islas de la Makaronesia central), como base lingüística, del mismo modo que se estudia latín o griego). Al hacer lo contrario, se ha ido desarticulando y transformando en perfectos desconocidos a quienes formaban un mismo pueblo, y acostumbrado a sus sociedades a mirar en la dirección que marcaban las políticas nacionales, en lugar de seguir, como milenaria, geográfica, cultural y socialmente fue, el curso de los Alisios y los latidos del corazón del volcán.
ARTÍCULO DE: Agapito de Cruz Franco
Debido a su situación ultraperiférica o, mejor, excéntrica, respecto a la UE e incluso a su bajo PIB, la Makaronesia ha sido beneficiada con fondos económicos europeos (Feder, Interreg, etc) que han sido empleados de forma muy dispar. Así, mientras en Acores, por ejemplo, se han destinado a reforzar la estructura productiva (ganadería, agricultura, pesca, energías limpias, formación profesional, turismo, etc) copiando en parte el modelo llevado a cabo con éxito en Irlanda, en Canarias, esos mismos recursos económicos han sido empleados para destruir el medio ambiente, con inversiones descomunales en infraestructuras viarias, urbanísticas y turísticas que han llevado a las islas mayores a una especie de hongkonización de su territorio.
Independientemente de los viajes hechos en la antigüedad por fenicios, tartesios o vikingos, excepto Canarias, donde desde tiempos antiguos ya existían los guanches antes de la cruenta conquista de las mismas por el Reino de Castilla, el resto de archipiélagos de la Makaronesia no estaban habitados, siendo los portugueses sus primeros pobladores.
El almirante genovés Manuel Pessanha, al servicio del Rey de Portugal D. Dinis fue el descubridor en 1317 de Madeira, Acores y Canarias. Madeira comenzaría a ser poblada en 1420 por Joao Gonzales Zarco y Trasteo Vaz Teixeira. Acores en 1427 a cargo de Diogo Silves que arribaría en primer lugar a la Isla de Santa María, la misma en la que haría escala Cristóbal Colón al final de ese mismo siglo al regreso de su primer viaje tras descubrir el Nuevo Mundo.
Aparte de esa fecha de 1317, lo que sí está perfectamente documentado es que los portugueses llegaron a Canarias en 1336, (aunque ya en 1312 el genovés Lancelloto Malocello había desembarcado en Lanzarote) muchos años antes de la conquista definitiva de las mismas por Alonso Fernández de Lugo al servicio de los Reyes Católicos en 1496, conquista que se había iniciado en 1402 en Lanzarote por los normandos Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle. Esta primera etapa de la conquista se hizo a iniciativa de particulares y no de la Corona, lo que se llamó régimen de señoríos (Lanzarote, Fuerteventura, El Hierro y La Gomera). La segunda fase denominada de realengo y que comienza en 1477 ya la lleva a cabo la Corona de Castilla afectando a las islas de Gran Canaria, La Palma y Tenerife.
Hasta el Tratado de Tordesillas en 1494, Portugal mantuvo sus derechos legales sobre Canarias aunque entre los siglos XVI y XVII, concretamente de 1580 a 1640 toda la Makaronesia estuvo bajo dominio español con los monarcas de la Casa de Austria (Felipe II, Felipe III y Felipe IV).
Pero por encima de disputas políticas, lo cierto es que a propósito de Canarias, está históricamente comprobado que a partir del siglo XVI y hasta el siglo XVIII (después también pero en menor medida), las Islas que eran tierra de paso para los españoles que buscaban fortuna en las Américas, no lo eran para miles de familias de Madeira, Acores y Portugal, a quienes, por razones políticas, se les impedía viajar a las Américas o se les ponía dificultades. De esa forma, recalaban y se asentaban definitivamente en Canarias que sí eran bien recibidos, y en donde aportaron no sólo una clase trabajadora, sino también unas clases medias que iban forjando con sus costumbres, su cultura, su lengua, su arquitectura y la inmensa riqueza de sus conocimientos y profesiones, la sociedad que conocemos hoy, llena de reminiscencias portuguesas.
Cabo Verde había sido descubierta y poblada por los portugueses en 1462, cuando se funda Ribeira Grande (hoy Cidade Velha). Eran unas islas completamente verdes y cubiertas de una densa vegetación tropical, que 500 años después la colonización y el cultivo intensivo de la caña de azúcar (fue en sus inicios un centro de trata de esclavos) las ha transformado en un desierto. A ello hay que añadir en la actualidad, la gran amenaza que se cierne sobre Cabo Verde con la invasión del capital oligárquico canario y su modelo depredador.
Hoy en día y políticamente hablando, Acores y Madeira pertenecen al Estado de Portugal –la nación más antigua de Europa-, mientras que las Islas Canarias al de España, siendo las tres, comunidades o regiones autónomas. Cabo Verde se ha convertido en Estado independiente, y, Las Salvajes, aunque están bajo soberanía portuguesa, sin embargo ésta no es reconocida por España que considera que son parte de las islas Canarias. Cuestión completamente absurda en una época de interdependencias como la de hoy y en la que la balsa de piedra de Saramago parece dejar atrás las divisiones que las diferentes genealogías dinásticas imponían a un mismo pueblo al que partían a menudo en dos.
A todos estos primeros asentamientos amazihgs, castellanos o portugueses, se añadieron andaluces, gallegos, extremeños, flamencos, normandos, genoveses etc. junto al intercambio con las Américas y la mezcla de razas allí habida. Ello fue debido a su situación estratégica, por la que los alisios empujaban las naves hacia el nuevo mundo a través de Madeira y Canarias y la Corriente del Golfo las devolvía a Europa por las Acores.
Los homínidos no son pues (y como puede observarse) un endemismo de la Makaronesia sino una especie introducida, a veces incluso invasora. Ni castellanos, ni portugueses, ni los primitivos pobladores de Canarias, ni el resto de grupos humanos que se fueron asentando existían previamente en las islas. Todos ellos son una especie foránea. Sin embargo, la mexturización llevada a cabo por los siglos ha ido conformando en estos animales una doble naturaleza de carne y de piedra, de raíces antiguas de muchos pueblos que se han fundido con la lava y la naturaleza como dice la cita del comienzo de Vitorio Nemésio, y creado un nuevo ecosistema junto a especies endémicas, algunas únicas y sólo existentes en la Makaronesia y otras, como ellos introducidas, pero formando parte ya de la flora, la fauna y la geología makaronésica.
Porque si por algo se caracteriza la Makaronesia es por ser un reducto del Terciario, con sus bosques de laurisilva donde crecen: barbusanos, tilos, cedros, laureles, viñátigos, pinos, brezos, hayas (faial), helechos… junto a euphorbias, tabaibas, cardones, palmerales, mocanes, acebuches, lentiscos, almácigos, jaras, codesos, magarzas o margaritas, hinojos o funchas -de ahí el nombre de Funchal, capital de Madeira- y entre muchas otras, el emblemático drago, tan común a toda la Makaronesia.
Por estar a mitad de camino entre tres continentes: Europa, África y América e incluso Asia y Australia, otras especies vegetales han sido introducidas y se han adaptado a lo largo de los siglos como: la flor de mundo u hortensia procedente de Japón y China que en el caso de Acores viste todos sus caminos y carreteras, criptomerias (Japón), acacias, inciensos, eucaliptos (Australia) diferentes tipos de pinos (Europa), araucarias, magnolios, castaños o plátanos de indias (América), estrelicias (África del Sur), anturios (Colombia), orquídeas (Oriente), flores de Pascua o mañanas de Pascua, aloes, rododentros, jacarandas, belladonas o “las niñas van a la escuela” como las llaman en Acores por florecer en septiembre, y cuya producción en estas islas es recogida íntegramente por empresas estadounidenses, etc. Algunas han ido desplazando a otras, siendo empleadas para el consumo de las poblaciones que iban asentándose: viñedos, caña, plátanos, piña, tabaco, tomate, papa, etc. Y con ellas otras especialmente agresivas y destructoras como el rabo de gato, el picudo rojo o la mosca blanca, por citar sólo algunas.
Cachalotes, delfines y ballenas –hasta veintitantas especies de las mismas- surcan sus aguas y algunas mantienen comunidades fijas, como calderones o ballenas piloto entre La Gomera y Tenerife o cachalotes en las Acores en cuyas aguas hay toda una industria de avistamiento de cetáceos. Junto a ellos, 470 especies de pescados diferentes cuyos nombres se suceden, se combinan y se cambian de unas islas a otras: pez espada, atún, tamboril, abrote (brota), caballa, mero, vieja, sargo, morena, picuda, salema, dorada…
Debido a esta riqueza natural, gran parte de su espacio se halla protegido. Por un lado están las legislaciones nacionales: parques nacionales, reservas o monumentos naturales (sólo en Canarias hay 4 parques nacionales y el 50% de territorio protegido, al menos en teoría…). Por otro está la legislación de la Unión Europea: Red Natura 2000 (que en Acores llega a alcanzar hasta 33.639 hectáreas), Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA en castellano y ZPE en portugués-, lugares de interés comunitario (LIC), reservas marinas, etc. Cabría señalar aquí los Jardines Botánicos existentes en muchas de las Islas y que ya desde el siglo XIX el interés científico fue estableciendo y donde se han aclimatado numerosas plantas de todo el mundo. Muchas de las islas han sido también declaradas Reservas de la Biosfera.
Pero si hablamos de naturaleza no podemos hacer menos con su cultura. No olvidemos que durante prácticamente 500 años las comunicaciones entre ellas y, entre ellas y los continentes se hicieron por mar. Y fue ese continuum marinero ya desde los primeros navegantes portugueses y castellanos el que estableció unos lazos culturales, religiosos, lingüísticos, urbanísticos y etnográficos similares. Las Iglesias, la arquitectura civil, las fiestas populares, el carácter de sus gentes, los nombres y apellidos (sólo hay que cambiar en muchos nombres del español de Canarias la “m” por la “n”, desprender la “d” del nombre como una simple preposición, añadir una “i” a la “e” o convertir una “v” en “b”, etc. para que empiecen a aparecer los vocablos originales lusos), junto a más portuguesismos ( ajeitarse, fonil, coruja, engodar, gaveta, largo, magua, más nada, millo, mojo, zafado, etc), los topónimos, la diversa artesanía, el folklore o las tradiciones…son muy parecidas, por no decir iguales en toda la Macaronesia Norte, Central y del Sur. Y no me refiero sólo a los pajares de Pinolere en La Orotava o Madeira, a los kioskos o templetes de la música de muchas plazas en los pueblos de las diferentes islas, a las ermitas, capillas o imperios en las calles, a los trajes y vestimentas del folklore, algunos, como el de La Orotava prácticamente calcado del de Funchal en Madeira; sino también a las procesiones alfombradas en Fiestas del Corpus, a las folías del Espírito Santo de Ponta Delgada en Sao Miguel, cuyos sones continúan en las folías canarias mientras, los cortejos festivos con sus carros de bois, sus costumbres populares, el pan sobado y el vino, pasan a las romerías de la isla del Teide, o el rojo granate del Corpus lo hace colgando de ventana en ventana a través de todo el Océano.
La Makaronesia forma parte además de la memoria mágica colectiva europea (y no sólo de la antigua Grecia), donde sus míticos volcanes pasaban desde Islandia hasta Cabo Verde cambiando de lugar en cada leyenda. Leyendas que retroalimentaban a su vez la historia como la del monje celta irlandés San Brandán o Brandón que con su cultura gaélica tuvo que huir mar adentro llegando a dar nombre a una isla invisible en Canarias, San Borondón; o la del Monte Brasil en Angra do Heroismo, Terceira, volcán que tiene su origen en la mítica isla irlandesa de Brashel, aquí colocada en un mapa de 1507 y que pasaría luego a dar nombre a uno de los países más grandes de América del Sur. Por no hablar de las leyendas medievales de Machim en Madeira o Gara y Jonay en Canarias, todas tan similares.
Es por eso, por lo que en pleno siglo XXI se echa en falta en la educación, en la comunicación y en los transportes, más fluidez entre todas las Islas de la Makaronesia. Apenas un avión semanal de la SATA (Líneas Aéreas Açorianas) une Canarias, Madeira y Acores. Tan sólo un barco de pasajeros canario –el Ferry Armas- une semanalmente también y desde hace muy poco Canarias y Madeira. Para ir a Cabo Verde es necesario hacerlo vía Madrid, y, para desplazarse hasta Las Salvajes, lo único que recuerdo son las excursiones que la ONG medioambiental “Birding-Canarias” de Los Silos (Tenerife), realiza alguna que otra vez al año para observar las aves. Debe ser, esta tendencia a la incomunicación y esta ignorancia racional en la educación, cosa de los Estados, esas lápidas de las que hablaba al comienzo (qué menos que tener el portugués o el castellano como idiomas optativos en los Institutos de unos u otros archipiélagos, de la misma manera que el inglés o el alemán, junto a clases de tamazight la lengua de los amazigh (en este caso en las islas de la Makaronesia central), como base lingüística, del mismo modo que se estudia latín o griego). Al hacer lo contrario, se ha ido desarticulando y transformando en perfectos desconocidos a quienes formaban un mismo pueblo, y acostumbrado a sus sociedades a mirar en la dirección que marcaban las políticas nacionales, en lugar de seguir, como milenaria, geográfica, cultural y socialmente fue, el curso de los Alisios y los latidos del corazón del volcán.
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