ARTÍCULO DE: Salvador García Llanos
Preguntan, en una comparecencia televisiva, por la personalidad de los portuenses cuando llegan las fiestas de julio. “Son muy suyos”, dice el entrevistador, quizá algo as
Pero esa afirmación, “son muy suyos”, aún dicha sin entrar en profundidades, lleva implícitamente una de las principales características del portuense. No es que sea egoísta, pero sí individualista. Es poco dado a la vida asociativa: la prueba está en que sus intentos de convivir o compartir en entidades o locales sociales han fracasado, han sido experiencias truncadas. Gusta al portuense conducirse muy a su aire, todo lo más, con la familia. Pero eso de grupos, eso de reunirse desde el punto de vista generacional o vecinal, profesional o grupal, va a ser que no. O sólo en determinadas y muy contadas ocasiones. Tal es así que parece abúlico, mecanicista y rutinario. Ello desemboca en una cierta falta de autoestima.
Pero llega julio y se ve a los portuenses tan motivados, tan aglutinados en torno a su Gran Poder, en torno a su muelle y a su Virgen marinera que, desde fuera, el hecho es percibido como un pueblo cohesionado y celoso de sus símbolos, de sus fervores y de sus señas identitarias.
Quizá por eso mismo las fiestas se hacen solas. Sólo procede activar con eficiencia y en su momento el botón que pone en marcha todo un singular movimiento social, que no es muy creativo, pero sirve para comprobar que aún quedan causas las cuales caracterizan el quehacer de los portuenses.
En el Puerto, es tiempo de fiestas. Con restricciones, porque la crisis condiciona y limita recursos. La brillantez vendrá dada, entonces, por lo que ese propio pueblo sea capaz de hacer con tal de mantener y renovar costumbres y tradiciones. Ya se sabe que para divertirse, para pasarlo bien, para disfrutar de unas horas en compañía de familiares y amistades, no hace falta más que voluntad y hacerlo de forma distendida o desenfadada, eso sí, en un marco o espacio apropiado.
Las fiestas, sobre el papel, tienen un valor efímero, pero, en el fondo, entrañan un significado que no sólo pone a prueba la capacidad de la organización y de sus agentes o emprendedores sino el talante mismo de las personas a la hora de cultivar unos valores, unos intangibles que definen esa personalidad que algunos, desde otras latitudes, perciben como tan propios y tan interiorizados.
A divertirse.

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