EL OJO DE CANARIO, NACE UN POETA
ARTÍCULO RECIBIDO DE: Diana Valer
Elizabeth López Corzo
Yo pienso, cuando me alegro
como un escolar sencillo,
en el canario amarillo,
que tiene el ojo tan negro.
Próximamente el cine cubano estrenará una película que el público ha esperado de forma especial: “José Martí. El ojo del canario”, dirigida por Fernando Pérez y que refleja la niñez y juventud del Apóstol. El filme es parte de la serie Libertadores, que se inspira en la vida de grandes hombres de América.
Al decir de su director, nunca se imaginó haciendo un filme sobre Martí porque era algo muy complejo. Escogió la infancia y juventud porque es la etapa de su vida de la que menos se habla y así podía dar una visión más personal. “Es la primera vez que escribo el guión solo y ha sido una gran experiencia”.
El título se debe a los Versos Sencillos de Martí. Escogió precisamente esos porque, según los críticos, son de los más complejos y oscuros de su obra. “Ese es el misterio de Martí, él vivió desde el dolor”.
Eso está muy bien reflejado en la cinta desde el inicio, desde que es un niño en la escuela y prefiere ser castigado antes que delatar a los otros compañeros que lo intimidaban. Se ve en las contradicciones con su familia: él queriendo estudiar más y el padre exigiéndole que trabaje para ayudar a la familia. Él entregándose a la causa independentista y su madre rogándole que abandone sus ideales…
“El ojo del canario” es una película muy auténtica, limpia, no le falta ni le sobra nada, tiene incluso el tempo de la época sin ser una película antigua. Por el contrario, es una visión muy contemporánea, donde cada plano es descriptivo y reflexivo; no podía ser de otra forma tratándose de Martí como protagonista y de Fernando como director.
El realizador demoró más de un año en la investigación para dar una mirada profunda sobre Martí y su familia, pero que a la vez le dijera algo a los jóvenes de hoy, que ellos se sintieran identificados. De hecho, dice Fernando que escenas como las de la clase de griego- donde los alumnos discuten sobre democracia- el preparó una escaleta, escogió un aula con jóvenes, los vistió de la época y dejó que improvisaran, que se viera natural. Ahí se ve aquello que plantea el cineasta de tener mente abierta que busque la contradicción, no las soluciones.
La actuación de los dos Martí (infante y adolescente) es encomiable. Presenta un niño súper sensible, que absorbe todo a su alrededor. Damián Rodríguez tiene la mirada del niño Martí que siempre imaginé, aunque su personalidad real es muy distinta, el actor es un rehilete, comenta Fernando.
Al joven Daniel Romero tampoco tuvo que dirigirlo, para mí la dirección de actores es una emoción compartida. Por eso Fernando les da ciertas libertades, para que cada artista haga según sus experiencias, su apropiación.
Rolando Brito era el Mariano Martí que necesitaba porque él es un actor camaleónico, sabe caracterizar cada personaje. Da la imagen del hombre perdedor, justo, preocupado por su familia que queríamos lograr, agrega el cineasta.
Para Broselianda Hernández llegar a ser Leonor Pérez fue una emoción muy grande, comparable a la de ser madre. Fernando es un gran director, él me dijo: “no leas nada, yo solo quiero que seas una madre”. Tuvimos grandes experiencias, hay cosas que no se puede contar, hay mecanismos de emoción que tienen que ver con Cuba, que nos tocaron mucho.
Por tanto las interpretaciones del filme partieron más de emociones personales que históricas. Leonor y Mariano fueron justos porque defendieron lo que creían. La película no juzga a ningún personaje, su mérito es que los acerca a nosotros, los hace humanos, los saca de los libros y retratos fríos. Por eso El ojo del canario, más allá de la historia, es un gran drama familiar.
Como era de esperar la cámara del maestro de la fotografía Raúl Pérez Ureta es un deleite al ojo humano. El gris-magenta de La Habana colonial parece salir de la pantalla con las calles llenas de gente. La tristeza de los que no tenían nada, la rusticidad de la época… contrastan con los colores vivos en el campo donde Martí se siente libre, donde descubre tantas cosas de la naturaleza al lado del esclavo Tomás, donde empieza a hacerse un hombre.
Las secuencias constantemente nos remiten a la obra martiana a partir de la mirada del niño y el joven Pepe; hay una confluencia especial entre fotografía y narración. En el Hanábana nacen sus poemas de sobre la esclavitud. Nos parece escuchar Los zapaticos de rosa cuando llevan a enterrar a su hermana, o El ojo de canario cuando el alcalde le pide que se retracte o irá preso por la carta que escribió.
Como dice Fernando, cada cual tiene su Martí pero él logró concentrar en el suyo las inquietudes, la admiración, las preguntas que quisiéramos haberle hecho alguna vez, el Martí que necesitábamos conocer desde que supimos que existía.
Por eso hago mías sus palabras cuando dice: Martí es nuestro Apóstol, nuestro libertador, pero lo más importante es que fue un poeta, eso lo hace grande. Fue un poeta desde que era niño, no porque escribiera desde entonces sino porque esa época ya empezaba a ver la vida diferente.
Al decir de su director, nunca se imaginó haciendo un filme sobre Martí porque era algo muy complejo. Escogió la infancia y juventud porque es la etapa de su vida de la que menos se habla y así podía dar una visión más personal. “Es la primera vez que escribo el guión solo y ha sido una gran experiencia”.
El título se debe a los Versos Sencillos de Martí. Escogió precisamente esos porque, según los críticos, son de los más complejos y oscuros de su obra. “Ese es el misterio de Martí, él vivió desde el dolor”.
Eso está muy bien reflejado en la cinta desde el inicio, desde que es un niño en la escuela y prefiere ser castigado antes que delatar a los otros compañeros que lo intimidaban. Se ve en las contradicciones con su familia: él queriendo estudiar más y el padre exigiéndole que trabaje para ayudar a la familia. Él entregándose a la causa independentista y su madre rogándole que abandone sus ideales…
“El ojo del canario” es una película muy auténtica, limpia, no le falta ni le sobra nada, tiene incluso el tempo de la época sin ser una película antigua. Por el contrario, es una visión muy contemporánea, donde cada plano es descriptivo y reflexivo; no podía ser de otra forma tratándose de Martí como protagonista y de Fernando como director.
El realizador demoró más de un año en la investigación para dar una mirada profunda sobre Martí y su familia, pero que a la vez le dijera algo a los jóvenes de hoy, que ellos se sintieran identificados. De hecho, dice Fernando que escenas como las de la clase de griego- donde los alumnos discuten sobre democracia- el preparó una escaleta, escogió un aula con jóvenes, los vistió de la época y dejó que improvisaran, que se viera natural. Ahí se ve aquello que plantea el cineasta de tener mente abierta que busque la contradicción, no las soluciones.
La actuación de los dos Martí (infante y adolescente) es encomiable. Presenta un niño súper sensible, que absorbe todo a su alrededor. Damián Rodríguez tiene la mirada del niño Martí que siempre imaginé, aunque su personalidad real es muy distinta, el actor es un rehilete, comenta Fernando.
Al joven Daniel Romero tampoco tuvo que dirigirlo, para mí la dirección de actores es una emoción compartida. Por eso Fernando les da ciertas libertades, para que cada artista haga según sus experiencias, su apropiación.
Rolando Brito era el Mariano Martí que necesitaba porque él es un actor camaleónico, sabe caracterizar cada personaje. Da la imagen del hombre perdedor, justo, preocupado por su familia que queríamos lograr, agrega el cineasta.
Para Broselianda Hernández llegar a ser Leonor Pérez fue una emoción muy grande, comparable a la de ser madre. Fernando es un gran director, él me dijo: “no leas nada, yo solo quiero que seas una madre”. Tuvimos grandes experiencias, hay cosas que no se puede contar, hay mecanismos de emoción que tienen que ver con Cuba, que nos tocaron mucho.
Por tanto las interpretaciones del filme partieron más de emociones personales que históricas. Leonor y Mariano fueron justos porque defendieron lo que creían. La película no juzga a ningún personaje, su mérito es que los acerca a nosotros, los hace humanos, los saca de los libros y retratos fríos. Por eso El ojo del canario, más allá de la historia, es un gran drama familiar.
Como era de esperar la cámara del maestro de la fotografía Raúl Pérez Ureta es un deleite al ojo humano. El gris-magenta de La Habana colonial parece salir de la pantalla con las calles llenas de gente. La tristeza de los que no tenían nada, la rusticidad de la época… contrastan con los colores vivos en el campo donde Martí se siente libre, donde descubre tantas cosas de la naturaleza al lado del esclavo Tomás, donde empieza a hacerse un hombre.
Las secuencias constantemente nos remiten a la obra martiana a partir de la mirada del niño y el joven Pepe; hay una confluencia especial entre fotografía y narración. En el Hanábana nacen sus poemas de sobre la esclavitud. Nos parece escuchar Los zapaticos de rosa cuando llevan a enterrar a su hermana, o El ojo de canario cuando el alcalde le pide que se retracte o irá preso por la carta que escribió.
Como dice Fernando, cada cual tiene su Martí pero él logró concentrar en el suyo las inquietudes, la admiración, las preguntas que quisiéramos haberle hecho alguna vez, el Martí que necesitábamos conocer desde que supimos que existía.
Por eso hago mías sus palabras cuando dice: Martí es nuestro Apóstol, nuestro libertador, pero lo más importante es que fue un poeta, eso lo hace grande. Fue un poeta desde que era niño, no porque escribiera desde entonces sino porque esa época ya empezaba a ver la vida diferente.
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