CENIZAS Y ARENA. DE CULPABLES E INOCENTES
ARTÍCULO DE: Pedro H. Murillo
En el desempeño de la profesión periodística hay temas que te persiguen, que no te dejan dormir y te lanzan escribir. Uno de esos casos es y seguirá siendo el de Pie
Han pasado más de cuatro años, y la única certeza que tenemos es que Piedad permanece en un centro de acogida después de que fuera declarada en desamparo por el Gobierno de Canarias. Piedad ha pasado la totalidad de su vida consciente recibiendo el calor suplente de los centros hasta que recaló en La Orotava en una familia que le resultó ser habitable y con la promesa de un futuro diferente. Reconozco y confieso ahora que me flaqueó la deontología cuando Piedad me presentó con unos ojos luminosos a su perrito fotingo. A partir de ese momento, no pude dejar de escribir sobre el caso, sobre Soledad Perera y por encima de todo sobre Piedad. Me siento responsable, es más, creo que toda la sociedad es responsable de este inmenso desaguisado; un error de esta magnitud no debe taparse. Es hora de dirimir responsabilidades y atajar el daño inevitable que ya se ha hecho. Ahora, tímidos focos mediáticos se centran en el proceso judicial abierto contra la madre preadoptiva, Soledad Perera, pero alguien deberá contestar a las preguntas que realice Piedad, dentro de unos pocos años. ¿Quién se sentará en una mesa y le mirará a los ojos para explicárselo?, ¿qué pensará cuando lea los titulares de prensa?, ¿quién sacrificó su potencial felicidad?; ¿por qué se habló más de los delitos de desobediencia y se obvió el previsible y advertido, desmoronamiento de la arquitectura afectiva de una niña?, ¿cuándo se quedó huérfano de sentido común y humanidad nuestro sistema?, ¿será ése el momento de pedir disculpas y caer en la cuenta de que todos fuimos culpables y ella era la única inocente?.
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