martes, 6 de julio de 2010

ART. DE UN PORTUENSE,

FUGA SENSORIAL EN LOS SUEÑOS...

ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros

Cuando creo que reposan mis sentidos y me abandono en la somnolencia de mi espíritu, recorro largos caminos, inmerso en un silencio tal, que sobrecoge a mi alma, la única que sabe de soledades cuando se detiene el tiempo material... En esa huida lenta, sin sentidos, me siento refugiado en los más remotos lugares, como si estuviera perdido, sólo estoy huyendo del mundano ruido, buscando la paz espiritual tantas veces perdida.
No reposan mis sentidos, deliran mis sentimientos en ese peregrinaje, amparado en las sombras de la inconsciencia; como en los sueños, no descanso. Y, nada consigue librarme de las influencias de ese corto tiempo, a veces segundos, que se han detenido en el subconsciente y parecen distancias enormes que hayamos recorrido, antes de despertar. Qué tranquilas aparecen las solitarias arenas de la playa, cuando las húmedas brisas se detienen y han dejado presente el cansino eco de sus anteriores ráfagas...
Las noches vividas en el tranquilo y grato entorno de mi valle, parecen llenarme de un contento embrujador, extraordinario, de íntimas percepciones; todo parece animado por influjos poéticos que señalan esa dimensión romántica y sentimental que, enajena, y sin voluntad indúceme, desarmado e inmóvil, a ir tras de sí, por los atajos olvidados de la estática realidad; por ese otro mundo de ensueños, de calladas promesas y abnegadas esperas... ¡Noches sin sombras que las delaten! Y, en esa mítica percepción, aun sin sentidos, siento el palpitar del tiempo revelándose, queriendo truncar la paz de ese apacible estado que duró tan poco y nos dio tanto. Porque, ese privilegio gozamos nosotros, los mortales, amamos y aunque nos escondamos seremos siempre descubiertos por nuestros propios sentimientos. Al tiempo que despertamos, nos identifican los inquietos duendes de nuestra fantasía espiritual ante el mundo que nos rodea.
Cuando creo que descansan mis sentidos, sin pensar en la ausencia física, cuando cierro los ojos ante el espejo de la vida y mis fuerzas desfallecen adormecidas por el consiguiente abandono, lejos de aferrarme a la vida, busco soñando a mi distante pasado, y no duermo, me entrego conciliado a horizontes tan lejanos que casi no les alcanzo, y no descanso... Otra vez, soñé mientras dormía, que alguien me esperaba en el camino. Cuando me acercaba a ella, me dijo que desistiera, que no era a mí a quien esperaba. Que me fuera... Entonces, en mi sueño, no comprendía que el verdadero amor nace entre dos, y, fácilmente, ese sentimiento se rompe. Soñé que era ella, que ya no me quería o nunca me quiso. Entonces salí del sueño, desesperadamente, al haber vivido esa cruel pesadilla. Y, cuál no sería mi dicha, al despertar, tener a mi amada junto a mí, brindándome su amor con las primeras caricias de un risueño despertar...

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