sábado, 8 de mayo de 2010

PTO. SIEMPRE EL PUERTO,

PARQUE SAN FRANCISCO: APUNTES PARA SU HISTORIA (III)

ARTÍCULO DE: Salvador García Llanos

El parque albergó hasta cinco ediciones del Festival Internacional de la Canción del Atlántico (1966-71). Allí fue donde se hizo internacional, precisamente. Allí ganaron Jesse and James, Los Mismos, Giorgio, Temptations, Tony Ronald. Títulos memorables: “Clouds”, “El hombre del tiempo”, “Hilly Billy Man”, “¡Oh, mia bamba!” y “¡Help!”, si bien otros temas que no alcanzaron el primer lugar fueron también muy difundidos como “Lala”, “El cobarde”, “Guitarra de mi pueblo”, “Mendigo de amor”, “Volveré”... La primera edición, en el desaparecido Lido San Telmo, la había ganado Tony Escudero con “Lo bello es esto”.
Por el escenario desfilaron los mejores presentadores del país: José Luis Uribarri, Tico Medina, Joaquín Prat, Laura Valenzuela, Isabel Bauzá, Marisa Medina...
Con todos ellos hizo pruebas de sonido el ingeniero Zurita, auxiliado a menudo por Tomás Hernández, otro de los sobresalientes empleados del recinto cada vez que había una convocatoria, años más tarde relevado por Ángel Martínez.
Algunas de las actuaciones musicales dejaron huellas de frustración o de incidentes que, por fortuna, se solventaron sin complicaciones mayores. Ya quedó reseñado el caso de Salomé, a la que Felipe Machado del Hoyo, advirtió con el calabozo si se negaba a interpretar. Un caso similar fue el de José Vélez quien también quería cobrar antes de cantar. Por el Ayuntamiento hubo de intervenir el tesorero-depositario, Alberto Manzanares, quien agotaba todas las posibilidades de diálogo mientras esperaba los resultados de la recaudación para salir del trance. Llegó un momento en que Manzanares le preguntó al cantante grancanario: “¿Y si yo le pago y usted no canta?”.
Tampoco cantó Manolo Escobar, lo que provocó la intervención de otro alcalde, Antonio Castro. Parece que se vivieron momentos de mucha tensión, mientras en el exterior del recinto había expectación pero no toda la que se esperaba ante la popularidad del cantante. El periodista Mariano López-Palacios tuvo mucho que ver en las negociaciones para garantizar el pago del 'caché' del artista pero no pudo ser y ese día los espectadores se quedaron sin carro.
Con el trío Los Mismos ocurrió que hubo problemas de enlace aéreo y no llegaron a tiempo para su actuación programada en una elección de reina de las Fiestas de Julio. En una pizarra, colgada en la fachada principal del recinto, se advertía al público de la circunstancia. Los organizadores escaparon como pudieron, entre ellos recurriendo a Alfredo Di'Stéfano que, junto con los veteranos del Real Madrid, estaban presentes en la ciudad para homenajear a Tito del Pino un par de días después en El Peñón. La “saeta rubia” fue aplaudido y vitoreado, como si fuera un artista más.
Las galas de Carnaval también dieron para situaciones insólitas. Ya en la etapa democrática, proliferaron las murgas. Todas querían salir en el festival de elección de la reina, lo cual comportaba algunas dificultades dadas las limitaciones de tiempo y de espacio así como para minimizar la diferencia en el nivel con los grupos del mismo género que venían de Santa Cruz de Tenerife.
Las murgas portuenses siempre se han caracterizado por una cierta anarquía a la hora de organizarse y cantar en público. Aquella noche, “Los Come Tormos”, pese a que se había insistido en la puntualidad y en las direcciones de entrada y salida al escenario, llegado el momento de su actuación, no estaban preparados. Se habían dispersado, unos ya vestidos y maquillados, otros no habían concluido estas tareas. Total que no estaban. Nos tocó presentar esa noche. Cuando ya el desespero se hizo patente y no se pudo aguardar más, el presentador (un servidor) pronunció una frase que aún se recuerda:
. Y tras dar explicaciones desde el escenario de lo complejo que a veces resulta reunir a un grupo numeroso y tal y tal, se pudo ver al concejal Domingo Perera en un lateral haciendo señas de que ya estaba dispuesta la formación murguera. Algún componente salió sin ¡instrumento!, lo que da idea de las precipitaciones. Otra frase para saldar el episodio:
. A principios de los años ochenta, los diseñadores y modistos de Carnaval impusieron dos modas: una, identificar sus alegorías y su atuendo con nombres o títulos larguísimo; y otra, exigir al Ayuntamiento que modificara las medidas del escenario para que no hubiera límites de altura o de ancho a los trajes que habían de lucir las candidatas.
Cuando oficiábamos las presentaciones de estos espectáculos, solíamos memorizar nombres de candidatas, entidades que representaban, nombres de diseñadores y algún otro detalle más o menos relevante. “Maleficio en el jardín de las mandrágoras” era el título de alegoría de una aspirante al reinado. Fue elegida reina en medio del alborozo de sus diseñadores. Alguien preguntó por las mandrágoras y uno de ellos respondió: “Me parece que son flores de temporada”.
Otra célebre anécdota de espectáculos carnavaleros la protagonizó Francisco Lasso, oficial mayor del Ayuntamiento, aquella noche interviniendo como secretario del jurado. Redacta el acta y la firma consignando -por despiste, involuntariamente, claro- el nombre de la presidenta como la reina del Carnaval portuense.
Menos mal que el propio Lasso nos había adelantado verbalmente el fallo y teníamos perfectamente memorizado el nombre de la triunfadora. Pero en el escenario, en vivo y en riguroso directo -como dicen ahora-, llegado el momento de anunciar su nombre, no pudimos evitar -en el tono más distendido posible- señalar la circunstancia y decir, de modo que lo escuchara todo el mundo:
. De inmediato dijimos su nombre y el público apenas se percató mientras ovacionaba a la nueva reina. El secretario, que seguía los hechos desde la primera fila, sonreía, se apretaba el cuello con las manos y movía la cabeza con gestos de .

(Cotinuará)

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