miércoles, 5 de mayo de 2010

ART. DE UN PORTUENSE,

LA LUZ TAMBIÉN LLEGA AL ALMA

ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros

Amanecía entonces, cuando mis ojos se entreabrieron, aún, con la grata sensación del reparador sueño, despertando de ese letargo funcional y a la vez mágico. El astro vespertino aparecía sonriente, allá, sobre la estática cresta de los verdes pinachos de nuestro oriental y rizado cúmulo vegetal de alegres ondulaciones; irradiando los rayos de luz como una exaltación a la vida, que emergen desde los profundos abismos de la noche... Amanecía, pues, también en el alma mía, que aún conservaba la paz incontenible de tantas gratas emociones, conciliadas en esa otra dimensión distante, la de los sueños... Escuchaba, entonces, esa sinfonía pausada y uniforme del canto de las aguas, cuando se arrastran sinuosas por los húmedos atajos de las vertientes; y el estallido armónico y severo al caer saltando, precipitadamente, sobre el saliente del basalto rocoso y contra el muro de piedras, hasta llegar al pequeño estanque que las recoge para servir de riegos habitualmente. Desde allí discurren mansamente y en silencio, hacia los surcos abiertos en la sedienta tierra que la necesita.
Amanecía en el campo, como cada mañana, sonriente; sólo que, hoy parece que fuera una mañana distinta, con discretas cadencias poéticas en su aire matinal perfumado de aromas diversas de las hierbas y flores de ese campo receptivo a toda gracia prosaica, la fluidez romántica de sus sombras y del silencio que quedara de la anterior noche vivida... Contuve un gesto de felicidad, al levantarme y bajo el cobertizo ver a mi alrededor que aun se mantenía el rocío de la noche balanceándose y refulgente sobre la hierba y las flores de mi jardín, olía, también, a tierra húmeda allá fuera y el Sol seguía ascendiendo con sus tonalidades luminosa irradiando calor.
Como cada mañana, mi primer pensamiento fue para ordenar una plegaria al Cielo, que me ha dado tanto, que me ha permitido ver de nuevo lo bella que es la vida, una plegaria con mis mudas palabras que no oye nadie, un montón de frases llenas de ternura y agradecimiento, que ya es hermoso despertar a la vida y poder palpar las cosas que nos rodean, poder andar por los senderos de siempre, acompañado de las primeras luces del alba y despertar con el canto de las aves, que también desperezan su dulce sueño y cantan a la vida con sus mañaneros trinos de amor; y el agua que va corriendo, las brisas que se detienen y nos saludan con su caricia fresca, luego siguen hasta perderse en su ligero rumbo hacia el infinito. No tenemos palabras propias para componerle un canto poético a la vida cuando amanece. Sólo hay un sentimiento de gratitud que aumenta a medidas que vamos teniendo más años. Nada gratifica más, ni es más hermoso que sentirnos vivos y poder andar por los campos de nuestra imaginación sin temor a perdernos en los abismos de la equivocación; sabernos y sentirnos agitados por nuestras propias emociones, sin perturbar la paz de los demás y seguir los senderos obligados de la ilusión hasta cuando Dios diga que ha llegado el ocaso gris de nuestra perturbación mortal. Es como volver a nacer donde siempre hemos compartidos penas y alegrías, y volver con el cristiano propósito de renovar nuestras fuerzas para ser mejores.
Despertar a la vida es tan importante, más si tenemos ocasión para reflexionar y calcular el tiempo que siempre habremos perdido, sin darnos cuenta, y nos induce a pensar, cómo podremos aprovechar el poco que ya nos queda. Nos sugiere, sabiamente, que hemos de aprender a saber esperar y a buscar nuestra verdadera felicidad en esos rincones olvidados de nuestra soledad espiritual, donde está la inextinguible luz, en nuestras propias tinieblas y sólo buscando el consuelo de la palabra de Dios, hallaremos la paz que tanto deseamos. No hay razón para que el hombre viva y muera con el pánico de la duda... En nuestras manos está la salvación... Reflexionemos por un momento, pensemos en nuestro destino terrenal, cual es su final... La húmeda y fría fosa, las cenizas de nuestra vida mortal. ¿Y el alma, lo único que importa?, está en nuestras manos salvarla. Al menos intentándolo podremos alcanzar la respuesta en nuestra propia conciencia; sólo falta "el propósito de la enmienda." Si no lo hacemos así, lamentablemente, viviremos amenazados hasta la muerte, a vivir un infierno insoportable; hemos sido advertidos de ello... ¿Para qué nos sirve la vida con todos sus encantos, si no sabemos buscar en ella los verdaderos causes de nuestra salvación? No pequemos de incautos, aquellos bellos amaneceres, el trinar de los pájaros y todas esas deslumbrantes fantasías poéticas, un día, podría ocurrir que no culminaran y nuestros cálculos materiales nos traicionarán... Simplemente, que no hubiera un claro amanecer, sólo el silencio de nuestra partida. ¿A dónde, pues, irá nuestra alma, después de todo? Hay dos caminos a seguir...

No hay comentarios:

Publicar un comentario