viernes, 7 de mayo de 2010

ACTUALIDAD,

EXALTAN LA FIGURA DE MARIA PÉREZ TRUJILLO EN EL IES QUE LLEVA SU NOMBRE

Descubierta una placa en su memoria en el acceso del centro


El Instituto de Enseñanza Secundaria 'María Pérez Trujillo', localizado en el portuense barrio de La Vera, clausuró al mediodía del pasado viernes las jornadas educativas que convocó con el título “Mujeres en el mundo”. Al acto asistió la concejala del Ayuntamiento, María del Carmen Escobar.
Entre las últimas actividades de las jornadas, figuró la exaltación de la educadora María Pérez Trujillo que da nombre a este importante centro de enseñanza que ha obtenido distintos premios en ámbitos autonómicos y nacionales.
Las nueras de Pérez Trujillo, María Llanos y Sisa Reyes, así como nietos y sobrinos-nietos de la inolvidable maestra, estuvieron presentes en el acto durante el que se proyectó un 'powerpoint' elaborado por los alumnos del instituto y fue descubierta una placa en el acceso al mismo con un breve texto que glosa el magisterio de María Pérez Trujillo.
En un aula abarrotada de profesores y alumnos, dos de éstos que participan en un taller de prensa entrevistaron a los nietos y recabaron detalles de la personalidad y trayectoria de la homenajeada. Uno de sus nietos, ex alcalde del Puerto de la Cruz y delegado del Gobierno en Canarias, Salvador García, leyó al principio del acto el siguiente texto:
“Agradezco profundamente la invitación cursada por la dirección del centro. No sólo para participar en este acto, tan sensible para todos los familiares que aquí nos encontramos, sino por la significación que tiene haber incluido en el programa de estas jornadas educativas tituladas Mujeres en el mundo un espacio dedicado a la persona que lleva el nombre del instituto.
Esa gratitud se acentúa porque la de hoy es una suerte de deuda que se salda, es como si se aprobara una asignatura que estaba pendiente, dicho sin acritud ni resquemor. Me explico: por las razones que sea, nunca hubo acto de inauguración oficial de este centro. Como nunca hubo protesta ni manifestación de malestar por tal omisión. Hoy, con esta invitación, con este acto y con este reconocimiento que, en nombre de la familia, agradezco, se salva definitivamente aquel vacío.
Porque ya hubo un antecedente muy serio y muy encomiable en el trabajo que hace unos cursos realizaron varios profesores y alumnos para averigüar, para saber más de la persona que daba nombre a este centro de enseñanza. Una iniciativa plausible y coherente que terminó cobrando formato digital en la red mediante un blog que es un homenaje a la educadora y los intentos -un tanto complicados e infructuosos- de ocupar un espacio en la enciclopedia libre “Wikipedia”.
Ustedes comprenderán de inmediato que no resulta fácil hablar de la abuela. Por descendencia, por decoro y por formación profesional. Pero baste con que los promotores la hayan insertado entre los contenidos de esta convocatoria para apreciar la decisión y para corroborar que fue una mujer en el mundo donde, a la vista está, no pasó inadvertida.
Viví junto a ella una fase crucial de su vida y de la mía propia (Perdón que hable en primera persona; no es costumbre y estoy absolutamente incómodo). Circunstancias familiares obligaron a que me quedara con los abuelos mientras los padres y hermanos seguían en la tierra de promisión que era Venezuela. Me cuidaron mientras crecí, principalmente ella, siempre celosa de la alta misión que le habían confiado. Me cuidaron y les cuidé, hasta donde podía hacerlo un jovenzuelo que, de la noche a la mañana, se encontró también con una delicada responsabilidad.
Cuando enviudó, viví para respetarla más y para seguir aprendiendo, aunque no hice caso del consejo que machacó: que terminara los estudios de derecho. La comunicación pudo más y opté por ella, y por trabajar desde que la vocación iba adquiriendo trazos de medio de vida.
Lo que ustedes han podido escuchar o leer -testimonios, por cierto, todos dignos de agradecimiento- condensa su compromiso con la vida y con la enseñanza. La fortaleza de su espíritu hacía más persuasivas sus convicciones. Practicó sin reservas su fe cristiana como también su voluntad democrática. Sin alharacas, sin estridencias.
Rigurosa pero también sarcástica. Seria pero también tolerante. Modesta pero también recta. Así era enseñando a leer y escribir esta mujer en el mundo. Porque leer y escribir, en las circunstancias sociales e históricas en que hubo de desenvolverse, era esencial. Ella quería niños y jóvenes formados “porque -decía a mediados de los años sesenta del pasado siglo- lo que quiera que sea el futuro va a resultar muy exigente”.
Fíjense qué visión, qué anticipo, cuando aún estábamos lejos del fax y del ordenador, de la formación profesional y de las leyes educativas, de la red y de las tecnologías que habrían de transformar nuestra sociedad y sus aspiraciones.
Y ese afán suyo indesmayable por la formación se centró durante décadas en el comportamiento individual. Cuando hace unos meses asistimos al debate en torno a la asignatura “Educación para la ciudadanía”, recordaba perfectamente enseñanzas que dirigía a chicos y chicas en el tono que le parecía más convincente.
Era como un empeño en aumentar el capital cívico, de modo que cuando el alumno accediera a otros niveles educativos, estuviera en condiciones -formales, al menos- de desenvolverse correctamente, sin alteraciones graves, sin extrañezas.
Es decir, se ocupó de explicar los principios y de exaltar los valores, acaso pensando en prevenir disfunciones sociales. Fue, pues, una precursora en ese sentido.
Un párrafo de un artículo del catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, Fernando Savater, sitúa acertadamente aquel anticipo doméstico o artesanal que significó la directriz del magisterio de María Pérez Trujillo. Dice así:
Francamente, no me resulta fácil imaginar una formación educativa que no incluya una forma de ver la vida, ni una relación de personas que omita mencionar la relación entre la conciencia de cada cual y las normas sociales que comparte con su comunidad. Pero de lo que estoy convencido es de que la enseñanza institucional tiene no sólo el derecho sino la clarísima obligación de instruir en valores morales compartidos, no para acogotar el pluralismo moral, sino precisamente para permitir que éste exista en un marco de convivencia.
La abuela imaginaba el retorno de la democracia y lo vivió con entusiasmo, siquiera sus titubeantes y difíciles comienzos. Se entusiasmaba, igualmente, cuando sabía del matrimonio de algún alumno, de su acceso al mercado laboral o de la carrera que finalmente había escogido. El homenaje que recibió en Caracas, cuando vio reunidos a tantos de ellos, ya maduros ya situados, debió ser acaso la más gratificante experiencia de su compromiso con la enseñanza. Aquel era el resultado de su obra.
Como lo es éste que hoy compartimos en el instituto que lleva su nombre y a cuya dirección reiteramos nuestra gratitud. Particularmente, ilusiona el afán de profesores y alumnos para desarrollar actividades como ésta. Unos cualifican su labor docente y otros enriquecen sus conocimientos. Valores cívicos, en cualquier caso.
Los valores por los que se preocupó una persona que pasó por la vida y por el mundo haciendo el bien, encontrando al cabo de los años un reconocimiento social que ella no perseguía porque lo que la animaba y primaba de verdad era la formación de sus alumnos.
Los quería, ¡hay que ver!, educados para la ciudadanía”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario