EL ARTE DEL VIERNES SANTO EN LA OROTAVA
ARTÍCULO DE: Bruno Juan Álvarez Abréu
Aquí afrontamos la procesión de la tarde del Viernes Santo "El Santo Entierro", que recorre las calles de la Villa Arriba, por el simbolismo del acto y la belleza artística de las im
La procesión la adiestran las imágenes del Señor Difunto, la Dolorosa de Estévez, el San Juan de Luján, la Magdalena asimismo de Estévez, y los Santos Varones, conocidos por el apelativo de: José de Atimatea y Nicodemus. El Cristo es crucificado y es yacente, tratase de un Crucificado que forma el grupo del Calvario con la Dolorosa y San Juan Evangelista, conjunto que se encuentra actualmente en la parroquia de San Juan en el primer altar de la izquierda, según se entra en el templo, en los pies de la cruz latina. Don Miguel Tarquis, nos subraya que el paso del Señor difunto está formado por una bella urna de plata repujada, sin dosel, en donde yace el cuerpo del redentor. La escultura es un Cristo con los brazos articulados, con el que se celebraba en la iglesia del ex-convento de San Lorenzo el descendimiento de la Cruz. Parece obra sevillana del siglo XVIII y dicen que es original del imaginero Vega, discípulo de Montañés. Los Santos Varones, obras de regular mérito son de finales del siglo XVIII. La Magdalena y La Dolorosa de Fernando Estévez, son de vestir, la virgen está impirada en la de Luján de la Iglesia de Nuestra Señora de La Concepción.
El cortejo emita al entierro de Cristo, sepelio del cuerpo de Jesús, después de haber expirado el Hijo de Dios en la Cruz, en el que hacen referencia, aunque con ligeras variantes, los cuatros Evangelistas, diciendo que un hombre bueno y justo, llamado José, natural de Atimatea, senador, y que a pesar de ser hombre público no había tomado parte en las maquinaciones de los fariseos para dar muerte a Cristo, fue a Pilatos a pedirle el cuerpo de Jesús. Y con la aquiescencia del presidente lo bajó de la Cruz, lo envolvió en una sabana y lo puso en un sepulcro excavado en una pequeña cueva, en el cual no había sido depositado cadáver alguno.
Volviendo al estudio de la imagen de la Orotava, observamos que, es un Crucificado que posee articulaciones en el empalme de los brazos con los hombros, debido que esta imagen se emplea para la solemnidad del Descendimiento de la Cruz, que se acontece cada cinco años, rito que se celebraba en el convento Franciscano llamado por Viera "El Escorial de Canarias", que tras el incendio del 20 de Abril de 1801, las imágenes de esta procesión pasaron a la parroquia de San Juan Bautista.
Para Don Alfonso Trujillo Rodríguez el Cristo Yacente presume que sea de finales del XVII, porque la pr

El Cristo tiene una expresión de hombre muerto por sufrimiento, mide 158 cm. de estatura. Es, pues, de unas dimensiones muy cercanas a las normales en el ser humano. Llama la atención, la fina y maravillosa ejecución de la cabeza. Reposa suavemente sobre el hombro derecho. El cabello desciende ensortijándose. La barba nazarena ofrece rabínicos rizos. La sangre de la corona de espinas desciende en surcos superficiales desde la frente, a través de los arcos superficiales tumefactos. Los párpados dan a los ojos la exacta expresión de la muerte, dejando apenas una rendija al cerrarse y caer. Tienen en torno las ojeras de los difuntos. La nariz es de bello trazado, y los labios apenas si se entreabren con la posición de haber exhalado el último suspiro. Tronco y extremidades son un exacto estudio anatómico. Se marcan en el tórax el último par de costillas, y los músculos pectorales llevan las señales del magullamiento. En el costado derecho brota abundante la sangre de los labios de la herida producida por la lanzada relajada. Las carnes de los muslos están abiertas, abultadas en gruesos apelotonamientos.
Quizá más sensacional fue la imitación de su creador, porque este Cristo Yacente que se resguarda en la iglesia de San Juan es producto del arte religioso de incalculable valor histórico y artístico de la Villa de La Orotava.
La historia sobre la sepultura de Cristo, según el evangelista San Juan, el único que indica, como compañero de esta humanitaria tarea, a Nicodemus, añadiendo que esto trajo consigo una confección como de 100 libras de mirra y áloe para embalsamar el cadáver, y ambos piadosos varones ataron el Santo cuerpo con lienzos empapados de dicha substancias aromáticas. Según era costumbre entre los hebreos. Para Calmet, la tumba en donde fue enterrado Cristo estaba en el monte Calvario, al norte y al poniente de Jerusalén: tenía la forma de una pequeña celda, excavada en la roca viva, casi cuadrada en su parte interior, de un altura de 8 pies y una pulgada desde el suelo hasta la bóveda, y de un largo de 6 pies y una pulgada y de un ancho de 15 pies y 10 pulgadas. La puerta del mismo, que miraba al Oriente, no tenía más que 4 pies de altura por 2 pies y 4 pulgada de anchos, y se cerraba por medio de una piedra de la misma roca del sepulcro, que fue la que sellaron los príncipes de los sacerdotes y en la que se sentó el ángel después que Jesús salió triunfante del sepulcro.
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