sábado, 9 de octubre de 2010

ART. DE UN PORTUENSE,

VENEZUELA SIEMPRE PRESENTE EN EL PENSAMIENTO CANARIO

ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros

La distendida conversación giró en torno a La Navidad... Esos días entrañables y felices para algunos; y quizás, los más tristes para otros, iba marcando la pauta del tema escogido. En eso estuvimos de acuerdo, un señor que conocí en esos instantes, llegado de Venezuela y oriundo de aquel maravilloso lugar, vino a visitarme, por razones obvias que no vienen al caso. Al cabo de unos minutos de habernos conocido, y en un ambiente distendido y ameno, le ofrecí mi hogar, para estar cómodamente y poder hablar de todo un poco. De política no hablamos. Si, dialogamos sin recelos, sobre todo, de la extraordinaria idiosincrasia del pueblo venezolano; y de la nuestra también, ambas muy afines, pero con diferencias notorias en algunos aspectos. Ni mejores ni peores, pero sí, distintas, respecto a las costumbres y diferentes tradiciones en los distintos Distritos de su geografía nacional.
Mi hija Candelaria, que me estaba oyendo algo desaforado, claramente entusiasmado al evocar viejos tiempos vividos allá, y que posiblemente, haya llegado a idealizar... Bien porque entonces yo era joven; o por la simple evidencia. De que ya no volverían a repetirse aquellos episodios, sin poder evitarlo lo lamentábamos… Lo cierto es que, apuntó: - Papi, no olvides de que aquello forma parte de un extenso Continente y Tenerife es sólo una pequeña Isla. Sí, - asentí con expresión lisonjera-. Sí, los horizontes son más amplios. Los mismos problemas se pierden en la lejanía de las distancias. Y llegas, inevitablemente, a perderlos de vista, allá, en esa dimensión inalcanzable. Nada es perecedero, sin embargo, yo he conservado cada uno de los recuerdos. Y es cierto, hay gran diferencia, por ejemplo, en las fiestas navideñas. Para mí, allá eran diferentes. Ni mejores ni peores, repito, pero sí diferentes. Muchas veces me sentí terriblemente solo, lejos de los míos y de la forma como aquí se celebran... Sin ánimo de herir susceptibilidades, manifiesto mi forma de ver las de allá; luego habrá tiempo de hacer las pertinentes y molestas comparaciones...
Venezuela es un país especial. Así era entonces. Y no creo que haya cambiado mucho con los años. Así como he cambiado yo, a mi pesar. La Navidad en Venezuela es muy singular. Las gentes "normales" aceptan esos días con disposición cívica y humana. Existe un respeto desmedido hacia esas fechas, por lo que en sí representan. En un soberano orden popular y religioso. Se comparten los mejores sentimientos. Cada hogar se prepara, dentro de sus posibilidades económicas, para celebrar la Noche Vieja y la despedida del Viejo Año... Abriendo las puertas de sus hogares para recibir a cuantos amigos quieran visitarles. Entonces se olvidan los rencores, renace la amistad perdida y decididamente comienza la aventura de la solidaridad con el abrazo fraterno y los buenos deseos de paz y de amor, rompiendo fronteras, hasta llegar a todos los corazones del universo. Venezuela tuvo siempre el encanto de la hermosa improvisación.
Degustar una rica "hayaca", oyendo música criolla y compartir la mesa, pobre o rica, despierta en uno, los más nobles sentimientos. Uno llega a entender la paz del momento.

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