miércoles, 25 de agosto de 2010

ART. DE UN VILLERO,

MAKARONESIA (I)

ARTÍCULO DE: Agapito de Cruz Franco

“Como as sereias temos uma dupla naturaleza:
somos de carne e de pedra:os nossos ossos mergulham no mar.
Como homes, estamos soldados historicamente ao povo de onde viemos enraizados,
pelo habitant a sus montes de lava, que soltam da própia entranha uma substância que nos penetra.”

Vitorino Nemésio Mendes (Ihlas Açores,1901 1978)


Estas palabras del poeta, escritor e intelectual açoriano autor de Mau tempo no Canal me sirven de introducción para escribir sobre una región unida por múltiples lazos culturales, históricos, religiosos, sociales y, sobre todo naturales: la Makaronesia. No voy a hablar de nación makaronésica, ya que la nación, indefectiblemente unida al Estado, es un concepto que aparece siempre al final del ciclo vital de las sociedades justo antes de su extinción. De hecho, los Estados son como lápidas respecto a los pueblos a los que dicen enmarcar. Un lugar con gran número de lápidas es precisamente la ONU, donde suelen oírse en sus tribunas, elegías o epitafios bastante sonados, como el poema fúnebre recitado en honor del Trío de las Açores por sus decisiones terroristas al margen de la colectividad o, no hace mucho tiempo, cuando alguien habló del demonio y de cierto olor a azufre.
La Makaronesia (del griego makaron nesoi, islas Afortunadas o de los Bienaventurados) está compuesta de 48 islas. En medio de un continente de agua, afloran distribuidas en cinco archipiélagos: Azores, Cabo Verde, Canarias, Madeira y Salvajes. Por continuar alfabéticamente, las islas e islotes que la componen son: Alegranza, Alto, Boa Vista, Brava, Comprido, Corvo, Desertas –que son tres-, Faial, Flores, Fogo, Fuerteventura, Gomera, Grande, Graciosa, Gran Canaria, Hierro, La Graciosa, Lanzarote, Lobos, Madeira, Maio, Montaña Clara, Norte, Pequeño, Pico, Pitón Grande (Selvagem pequena), Pitón Pequeño (Ilhéu de Fora), Porto Santo, Redondo, Roque del Este, Roque de Garachico, Roque del Oeste, Sal, Salvagem Grande (Salvaje Grande), San Miguel de La Palma, Santa Luzia, Santa Maria, Santiago, Santo Antâo Sâo Jorge, Sâo Miguel, Sâo Nicolau, Sâo Vicente, Sul, Tenerife y Terceira.
Son de origen volcánico. Islas de basalto y volcanes, con sus calderas o caldeiras –que en Açores forman gigantescos lagos naturales-, furnas y aguas termales, cuyo intenso olor a azufre denota el que en su cosmogonía sean los cráteres y picos, lugares infernales como el Echeyde (Teide) en Tenerife, y, los demonios, protagonistas de las leyendas de los Poços en Madeira. Unos archipiélagos hechos a base de lava y fuego a lo largo de millones de años, con un vulcanismo vivo y por el que erupciones como la del Capelinhos en Ilha do Faial -Makaronesia norte- en 1958 o la del Teneguía en la Isla de San Miguel de La Palma -Makaronesia central- en 1971, son sólo algunos de los últimos habidos. De hecho sus volcanes como el citado Teide de Tenerife (3717 m.) o el Pico de Ilha do Pico (2.351 m.) son las cumbres más altas de sus respectivos Estados.
Está poblada por 3.416.000 personas repartidas en 14.644 kilómetros cuadrados, sin contar la población turística flotante que sólo en el caso de Canarias supone casi 12 millones de personas anuales, lo que no sucede en el resto de los archipiélagos, algunos con un turismo más acorde con el medio. Esto lleva a pensar, sobre todo si comparamos la densidad de población que existe en cada cuál, cómo la destrucción de los recursos naturales y la biodiversidad en algunas de las islas, está en relación directa con el incremento excesivo de población, cuestión que ha hecho saltar por los aires su nicho ecológico y acabado definitivamente en algunas de ellas con la ilusión de un desarrollo sostenible.
Açores tiene 2.333 kilómetros cuadrados, una población de 256.000 habitantes y una densidad de 106 habitantes por kilómetro cuadrado, con una economía muy equilibrada. La agricultura y ganadería, junto a las industrias con ellas relacionadas, sobre todo leche, lácteos y carne son de gran importancia (En Terceira hay tantas vacas como seres humanos). Ha crecido el comercio y, la actividad pesquera –con una gran variedad de pescados-, registra un volumen de 10.000 toneladas anuales (antiguamente era una potencia en la caza de ballenas, en la actualidad una actividad prohibida). Son 4.000 los pescadores censados con unas 1.600 embarcaciones y con tendencia al alza. El turismo aún no ha ocasionado el impacto negativo que sí ha tenido lugar en otras islas de la Makaronesia –como por ejemplo Canarias- conservándose su naturaleza y su ecología. Normalmente y hasta épocas recientes, ha sido un turismo de carácter tradicional y rural, aunque en los últimos años ha aumentado un 148%. Además del estacional portugués, se está abriendo a otros países (Suecia, Alemania, Canadá, España…) junto al retorno de numerosos emigrantes desde Norteamérica (USA y Canadá) a causa de la crisis. Las energías limpias -hídrica, geotérmica y eólica- suponen el 10% de la producción de energía eléctrica. Su nombre deriva del Azor, ave que se creía muy común en época de su descubrimiento aunque luego se demostraría que no era una especie de milano.
La superficie de Cabo Verde es de 4.033 kilómetros cuadrados, con una población total de 499.796 habitantes y una densidad de 101 habitantes por kilómetro cuadrado. Su posición es muy apta para el comercio, aunque con mucha falta de recursos. La agricultura apenas es viable en cuatro islas durante todo el año. La mayor parte del PIB proviene del turismo y las divisas de los caboverdianos repartidos por el mundo. Cabo Verde debe su nombre al cabo de la costa de Senegal que se adentra en el océano frente a este archipiélago y que da nombre a la capital de Senegal (Dakar significa Cabo Verde en uolof, el principal idioma senegalés).
Respecto a Canarias, decir que tiene 7.424 kilómetros cuadrados y una población de 2.104.000 habitantes, a los que hay que añadir los ya citados 12 millones de turistas anuales, de los que un 29% son británicos, un 22% peninsulares y un 21% alemanes. Tres millones de ellos acceden cada año al Teide. La densidad de población es de 282,5 habitantes por kilómetro cuadrado y la emigración habida en siglos anteriores se desarrolló hacia Venezuela y Cuba principalmente, países con los que hay muchos lazos afectivos y culturales. La economía está basada en el sector terciario asociado al turismo (74%), que ha propiciado el excesivo desarrollo de la construcción. La industria es escasa, básicamente agroalimentaria, tabaquera y de refinamiento de petróleo. Sólo está cultivado el 10% de la superficie y orientada su producción (plátanos y tomates y en menor medida aguacates, piña, mangos y flores) al comercio con el exterior. El IGIC, la RIC y el ZEC son especificidades económicas propias que tienen relación con su situación frente a España y la UE. La ganadería, principalmente caprina y bovina, es escasa. Era la segunda región pesquera de España, pero la ocupación del Sahara por Marruecos y el auge del turismo como único polo de desarrollo han acabado con la pesca. Las energías limpias no llegan al 3% de la producción total de energía –para el 2015 el Plan Energético de Canarias prevé llegar al 7%, tres veces por debajo de las previsiones de la UE- a pesar de tener unas condiciones inmejorables, habiendo apostado, al contrario que Açores, por los combustibles fósiles –petróleo y gas natural- y por esas grandes fábricas de cambio climático que son las centrales térmicas. Sin embargo hay que resaltar el proyecto 100% renovables de la Isla de El Hierro basado en las energías limpias: eólica, fotovoltaica e hidroeléctrica, sin duda un gran ejemplo a imitar. El topónimo Canarias se debe, según los estudiosos, a la tribu de los “kanarii”, uno de los grupos amazighs que habitaban el norte de África, que pasaron a las Islas en época antigua y cuya cultura se adentra en el neolítico. Aunque los aborígenes isleños recibían nombres diferentes según la isla, los más conocidos y quienes opusieron mayor resistencia a Castilla fueron los guanches en Tenerife.
Madeira tiene una superficie de 828 kilómetros cuadrados, donde habitan 260.000 personas y una densidad de 295 habitantes por kilómetro cuadrado, con una población, eso sí, a veces muy dispersa, similar a Galicia y Canarias que ha colonizado espacios por doquier, algunos de gran riesgo como pudo apreciarse en las inundaciones del año 2009. Apenas el 1% se dedica al sector primario, el 23,50 al sector secundario y el 75,50% al sector turístico. A finales de 2006 contaba con 7.404 extranjeros, procedentes de 91 países. La mayoría, de Brasil. Madeira –con abundancia de flores por toda su geografía- es el nombre en portugués de madera. Islas de la madera, por la cantidad de árboles y bosques que existían y con los que acabó el incendio de 1420, que, ideado en principio por sus primeros pobladores para abrir espacios para el cultivo, terminaría descontrolándose, ardiendo la isla durante siete años. Las Islas Salvajes tienen 2,73 kilómetros cuadrados y son Reserva Natural con Diploma Europeo, siendo de una gran riqueza ecológica. No están pobladas a excepción de un grupo de vigilantes de la naturaleza y un retén de Fuzileiros navais. Constituyen un auténtico paraíso ecológico.
(Continuará)

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