miércoles, 21 de julio de 2010

ART. DE UN PORTUENSE,

RESPETO, CONSIDRACIÓN Y CALOR HUMANO

ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros

Es normal que busquemos en la evocación de los recuerdos, cual refugio sentimental, revivir los momentos aquellos que realizaron nuestros sueños. Que busquemos en aquella etapa ilusionada de nuestra vida el calor que nos transmitieron, recordando, a ser posible, sólo los ratos gratos. Que, sin lugar a duda, son los que más añoramos y con los que compartimos momentos de nuestra soledad... Cualquiera de nosotros, hombres y mujeres mayores, los que aún permanecemos activos en la lucha diaria por conservar esta bella permanencia, ya de vuelta hace algún tiempo y que sabemos lo que hemos dejado atrás, damos gracias a la vida. Aun conociendo la hipocresía que existe en este malogrado mundo lleno de temores y contradicciones, cuando se hace tan necesario reflexionar seriamente en la pérdida de tantos valores humanos.
Quienes nos hayamos preparado o estemos en ello, nada va a sorprendernos. Puede que suframos algo más, nuevas transformaciones sociales, los esquemas morales se resientan y no acaben de comprendernos jamás, pero como dice el viejo refranero: "No nos van a quitar lo bailado" Ni tampoco lo sufrido. Ni con los mejores propósitos que quieran obsequiarnos. Las personas mayores bien se merecen, desde todos los niveles sociales, respecto a ellos, se hagan algunas y puntuales reflexiones, que, obviamente, a veces, no se tienen en cuenta, y entre ellas recuerdo como importantes: Respeto, consideración y calor humano. Cada anciano es un caso diferente y la atención social no se les debe negar, en ningún momento mientras vivan. Recordemos, que son los padres de nuestra existencia.
No olvidemos que, con mucha suerte, si llegaran a viejo los que aún no lo son, todos acabaríamos siendo tristes protagonistas del mismo transe y según las continuas encuestas sociológicas, la nuestra va a ser una Patria de viejos. Aprendamos a vivir juntos lo que nos quede de vida, ahora y después...
Al cabo del tiempo, uno se hace más sensible, independientemente de lo cascarrabias de algunos, cosa que siempre no es un defecto genético, esto último y sí, síntoma de vejez, a la que se suma la impotencia que se experimenta en ese aburrido episodio que sufre el hombre, frente a la sociedad, con todas sus manifestaciones... Lo primero es, necesidad de afecto, de cariño, que el ser humano busca en sus semejantes y en las cosas y motivos cercanos, también, en aquellos pequeños e insignificantes efectos... Buscamos el significado profundo de esas motivaciones que hasta llagan a seducir, como puede ser una pequeña flor silvestre, un poema sentimental, un rayo de luz... Todos, en cualquier momento de nuestra senectud, podemos sentir la necesidad de hallar el verdadero fondo filosófico de esas realidades y las causas que los motivan. Y si acertamos a descubrir esos razonamientos, habremos logrado, a través de la meditación oportuna, entender la razón de nuestro habitual estado anímico

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