EL VIAJE DE FÉLIX
ARTÍCULO DE: Lorenzo de Ara Rodríguez
Félix nació en Santa Cruz, pero pronto se dio cuenta de que lo mejor era salir fuera. Yo no le hice caso. Iba a fracasar siempre, así que preferí hacerlo en casa, rodeado de los
hijos de puta que más quiero.
Félix se casó con Dolores, una muchacha chilena que soñaba con escribir un poema. No un libro de poemas. Ella necesitaba uno solo. Que lo leyeran. Después dejaría el bolígrafo en una mesa, en una lata, en un cajón, y no lo volvería a coger nunca más. Dolores murió arrollada por un tren en la provincia de Zamora. Nunca escribió aquel poema.
Mi amigo se enfermó. O se volvió loco, no lo sé. Pasó varios años en un centro muy raro, por fuera moderno, aunque en su interior todo era viejo, lento, cansino, irritante. La muerte de Dolores lo convirtió en un tipo quebradizo. Hasta hoy.
Félix se ha recuperado y ahora vive en La Coruña. Todos los días se despierta mirando hacia la playa. Me susurra, porque el habla susurrando, que se fue de Santa Cruz hace ya tantos años, y que, paradójicamente, sigue viviendo en una ciudad con playa, con océano, con gaviotas.
Me jura que no regresará. Hace cinco años enterramos a su padre. Las hermanas de Félix no querían oír hablar de él. Una de ella me acusó de ser su mejor amigo. De saber dónde estaba, y de animarle a que siguiera alejado de esta isla.
Dolores me escribió una vez: “Estamos en Santiago. Nuestros amigos, los argentinos, se ríen de nosotros. Nos dicen que Pinochet se morirá en el poder, como Franco. Y yo les respondo que su puta madre. Besos”.
Félix era el hombre más radiante del mundo. Trabajaba tres o cuatro años sin descansar, pero luego se tomaba uno o dos para viajar, leer, reír. Cuando Dolores murió se terminaron las vacaciones, las estaciones, las llanuras, las playas. Chile menguó.
Mi amigo Félix (en realidad se llama A.P.H) es el mejor dentista de La Coruña. Saca dientes y hace milagros en la boca de desconocidos. No le gusta el dolor. Y hace 7 años (los que lleva muerta Dolores) que no visita Chile. Me pregunta si merece la pena venir al Puerto de la Cruz. Le susurro (ahora sí) que Chile sigue estando en el mismo sitio. Y con las puertas abiertas.
ARTÍCULO DE: Lorenzo de Ara Rodríguez
Félix nació en Santa Cruz, pero pronto se dio cuenta de que lo mejor era salir fuera. Yo no le hice caso. Iba a fracasar siempre, así que preferí hacerlo en casa, rodeado de los

Félix se casó con Dolores, una muchacha chilena que soñaba con escribir un poema. No un libro de poemas. Ella necesitaba uno solo. Que lo leyeran. Después dejaría el bolígrafo en una mesa, en una lata, en un cajón, y no lo volvería a coger nunca más. Dolores murió arrollada por un tren en la provincia de Zamora. Nunca escribió aquel poema.
Mi amigo se enfermó. O se volvió loco, no lo sé. Pasó varios años en un centro muy raro, por fuera moderno, aunque en su interior todo era viejo, lento, cansino, irritante. La muerte de Dolores lo convirtió en un tipo quebradizo. Hasta hoy.
Félix se ha recuperado y ahora vive en La Coruña. Todos los días se despierta mirando hacia la playa. Me susurra, porque el habla susurrando, que se fue de Santa Cruz hace ya tantos años, y que, paradójicamente, sigue viviendo en una ciudad con playa, con océano, con gaviotas.
Me jura que no regresará. Hace cinco años enterramos a su padre. Las hermanas de Félix no querían oír hablar de él. Una de ella me acusó de ser su mejor amigo. De saber dónde estaba, y de animarle a que siguiera alejado de esta isla.
Dolores me escribió una vez: “Estamos en Santiago. Nuestros amigos, los argentinos, se ríen de nosotros. Nos dicen que Pinochet se morirá en el poder, como Franco. Y yo les respondo que su puta madre. Besos”.
Félix era el hombre más radiante del mundo. Trabajaba tres o cuatro años sin descansar, pero luego se tomaba uno o dos para viajar, leer, reír. Cuando Dolores murió se terminaron las vacaciones, las estaciones, las llanuras, las playas. Chile menguó.
Mi amigo Félix (en realidad se llama A.P.H) es el mejor dentista de La Coruña. Saca dientes y hace milagros en la boca de desconocidos. No le gusta el dolor. Y hace 7 años (los que lleva muerta Dolores) que no visita Chile. Me pregunta si merece la pena venir al Puerto de la Cruz. Le susurro (ahora sí) que Chile sigue estando en el mismo sitio. Y con las puertas abiertas.
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