martes, 25 de mayo de 2010

LOS REALEJOS AL DÍA,

EMBLEMÁTICAS HACIENDAS REALEJERAS

ARTÍCULO DE: Esteban Domínguez

Nunca mejor que ahora, para detenernos un poco en nuestras Haciendas por lo que ellas han significado pera Los Realejos, y aunque se mantienen las señales de identidad, notamos con bastante frecuencia, como han ido perdiendo valor y protagonismo. Ya todo ha cambiado, hasta el extremo que estas ricas zonas de fértiles tierras que tanto producían centeno, trigo, cebada azucar y riquísimos vinos, han dejado en el alero toda aquella primitiva riqueza que sin lugar a dudas las fortaleció. Los cambios propios de las épocas y los sucesivos administradores que por ellas pasaron, suscitaron muchas controversias a la hora de tomar decisiones, pese a que en estos lugares la abundancia de las aguas, fortalecían como es natural, las propias cosechas a las que se le supo casar buen rendimiento.
Pero si de Haciendas hablamos muy ligeramente, no podemos pasar de puntillas por la de "Los Principes" porque era la mayor Hacienda que ocupaba una parte muy importante de mar a monte y porque allí vivió el Adelantado Fernández de Lugo por espacio de nueve meses. Lugar que lo fue de gran encanto, según nos cuenta Marmaduke Rawdon en sus memorias. Un mercader ingles que llegó hasta este lugar atraído por la belleza incomparable de estos lugares. Fue éste ingles y su primo quienes rigieron esta Hacienda con mucha nobleza durante cinco años.
Las puertas permanecieron abiertas a todos los compatriotas suyos que acudían a recrearse con lo que este sitio les ofrecía. La Hacienda era uno de los lugares más saludables del mundo, y ni muy caluroso en verano, ni muy frío en invierno, opero en cierta medida, bendecido con una primavera perpetua.
Para distracción de ellos y de sus amigos, contaba con una bolera y un villar. El consumo de vino en esa hermosa residencia algunos años, ascendió a dieciocho pipas de vinos canarios sin contar con los caldos franceses o del Rhin y la cerveza que traían desde Inglaterra.
Los arrendatarios de las tierras que eran muchos, solían llevar gallinas bien cebadas y hermosos corderos para satisfacer las necesidades de la casa, además eran sus tributos. Pero en la Hacienda abundaban en gran cantidad, las gallinas, pavos, gansos y patos, pues disponía de un estanque y un riachuelo que discurría por los corrales allí existentes en los que se criaban los patos y los gansos ya señalados.
En esta Hacienda el Capitán General, que tenía la categoría de virrey, Comandante en Jefe de Tierra y Mar de su Señor, el Rey de España. Solía venir con su señora y algunas veces se quedó varios días seguidos. La casa estaba a una milla y media del mar y a igual distancia de las montañas, y habían tantas personas con tierras de La Hacienda tributo que sabian pescar o apresar aves que, en cualquier momento y en corto espacio de tiempo, se podía disponer de pescado o aves, según exigiera el día y la estación, pues el mayordomo los mandaba donde fuere necesario para conseguir la virtual deseada: "ora al mar, ora la montaña".
Los festines con los huéspedes o invitados, se celebraban en la huerta, junto al riachuelo y bajo los frondosos naranjos, mientras el agua pura y cristalina corría cerca de ellos hasta el depósito o cisterna colocado cerca de la mesa donde se lavaban los vasos y se enfriaban las botellas de vino a su gusto, pero la desafortunada guerra entre Cromwell y España provocó su expulsión de La Hacienda, de la que si no hubiese sido por esta razón, habrían disfrutado muchos años más, y no hubiesen perdido las más de cincuenta mil libras que, con toda seguridad, ella le hubiese reportado.
Por tanto el siglo XVIII dejó su recuerdo en La Hacienda de Los Principes de la mano de Marmaduke Rawdon. Un ingles que según la traducción de José Cabrera Guerra, fue muy influyente. Y La Hacienda siguió su rumbo. Sus administradores supieron sacarle buena partida, gracias a su rico terreno y abundantes aguas, pero Juan Barroso se empeñó en sembrar olivos descartando otros cultivos y acabó viendo por sus propios ojos que estas tierras no estaban hechas para dar aceite y fracasó.
Pero tambien otras Haciendas locales vivieron tiempos de esplendor como lo fue la de La Coronela, La Fuente, La Era, La Pared, Gorvorana, El Cuchillo etc. En cada una de ellas se centraron historias conmovedoras y dignas de comentar porque hasta el obispo de Canarias don Francisco Sánchez Villanueva, prestó su ayuda. El anteriormente Arzobispo de Taranta en Italia de la que se había ido para ocupar el obispado de Canarias, quedó muy agradecido de los favores prestados por Marmaduke.

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