HOMENAJES EN VIDA
ARTÍCULO DE Esteban Domínguez
Al parecer no todos están de acuerdo con aquello de los homenajes. Los comentarios y las descalificaciones bajo el signo de la ignorancia, prevalecen ante la ceguera de qui
enes no quieren ver ni valorar el trabajo desinteresado de muchas personas en pro de su pueblo o barrio.
Esto es lo que oímos cada vez nombramos la palabra HOMENAJE. Posiblemente porque no sabemos valorar el trabajo de muchas personas. En esta ocasión me voy a centrar en un hombre que está a punto de cumplir sus CIEN AÑOS de vida: el es, don Felipe González, con domicilio en el Lomito Baso.
Un hombre que toda su vida la ha pasado en las tareas del campo. Padre ejemplar de amplia familia, para quien se le pide un merecido homenaje dentro de las próximas fiestas de septiembre del presente año 2010, en el acto que la Comisión de Fiestas le dedica a la Tercera Edad, desde el lejano año de 1982, pionero en las fiestas de tantos barrios realejeros y que desde entonces, ha seguido ininterrumpidamente su curso.
En el se han homenajeado a hombres y mujeres destacados, como no podía ser de otra manera, pero en la presente edición se comenta que los homenajes deben de dejarse a un lado, ya que no son del agrado de algunas comisiones de fiestas.
Cuando esto suena así de fuerte, pienso que el sentido común de quienes así se pronuncian, esta perdido, y se desvalora a tantas y buenas personas que con su trabajo, nos han dado vivas muestras de honestidad y sosiego por estas tierras, y que no se le puede negar bajo ningún concepto, el respeto que se merecen.
Creo que a las personas se les debe de valorar por su actividad y su entrega, y don Felipe González bien merece ser reconocido en vida, porque solemos valorar a las personas cuando fallecen y no debe de ser así, y mientras viven las descalificamos olímpicamente. Esa forma de pensar, o esa forma de proceder, es errónea, pues nada mejor sería, que todas aquellas personas dignas de homenajes, reciban esa satisfacción en vida y no cuando una cierta cantidad de tierra cubra definitivamente sus blasones o cuerpo yacente.
Vivimos en pleno siglo XXI, ya la venda de los ojos nos la debemos de quitar de encima, y asumir nuestro compromiso con tienes con su sudor y su sangre, han sabido arañar la tierra y hacerlo producir, llevando consigo el peso de los hijos y de la familia, y logrando con su esfuerzo que en su hogar nada les faltara, desde la sal y el pan, símbolos inequívocos de la amistad y el afecto, hasta la mas pura convivencia familiar.
Don Felipe González ha dejado sobre los surcos y en los caminos de la vida, el amor a la tierra, a la familia y al terruño que lo vio nacer.
Ya es hora que quienes se oponen a los HOMENAJES destapen el frasco de las esencias y entierren para siempre sus debilidades, porque con la misma vara que mides, serás medido, y de nada serviría que elogiaras después de muerto el valor de los demás cuando ya los oídos no oyen, los ojos no ven y la lengua no habla.
Si tienes que dar algo y reconocer sus méritos, hazlo en vida, porque una flor en su tumba se marchita, y una lágrima derramada, se evapora pero la gratitud y el agradecimiento en vida, quedará para siempre entre los suyos.
ARTÍCULO DE Esteban Domínguez
Al parecer no todos están de acuerdo con aquello de los homenajes. Los comentarios y las descalificaciones bajo el signo de la ignorancia, prevalecen ante la ceguera de qui

Esto es lo que oímos cada vez nombramos la palabra HOMENAJE. Posiblemente porque no sabemos valorar el trabajo de muchas personas. En esta ocasión me voy a centrar en un hombre que está a punto de cumplir sus CIEN AÑOS de vida: el es, don Felipe González, con domicilio en el Lomito Baso.
Un hombre que toda su vida la ha pasado en las tareas del campo. Padre ejemplar de amplia familia, para quien se le pide un merecido homenaje dentro de las próximas fiestas de septiembre del presente año 2010, en el acto que la Comisión de Fiestas le dedica a la Tercera Edad, desde el lejano año de 1982, pionero en las fiestas de tantos barrios realejeros y que desde entonces, ha seguido ininterrumpidamente su curso.
En el se han homenajeado a hombres y mujeres destacados, como no podía ser de otra manera, pero en la presente edición se comenta que los homenajes deben de dejarse a un lado, ya que no son del agrado de algunas comisiones de fiestas.
Cuando esto suena así de fuerte, pienso que el sentido común de quienes así se pronuncian, esta perdido, y se desvalora a tantas y buenas personas que con su trabajo, nos han dado vivas muestras de honestidad y sosiego por estas tierras, y que no se le puede negar bajo ningún concepto, el respeto que se merecen.
Creo que a las personas se les debe de valorar por su actividad y su entrega, y don Felipe González bien merece ser reconocido en vida, porque solemos valorar a las personas cuando fallecen y no debe de ser así, y mientras viven las descalificamos olímpicamente. Esa forma de pensar, o esa forma de proceder, es errónea, pues nada mejor sería, que todas aquellas personas dignas de homenajes, reciban esa satisfacción en vida y no cuando una cierta cantidad de tierra cubra definitivamente sus blasones o cuerpo yacente.
Vivimos en pleno siglo XXI, ya la venda de los ojos nos la debemos de quitar de encima, y asumir nuestro compromiso con tienes con su sudor y su sangre, han sabido arañar la tierra y hacerlo producir, llevando consigo el peso de los hijos y de la familia, y logrando con su esfuerzo que en su hogar nada les faltara, desde la sal y el pan, símbolos inequívocos de la amistad y el afecto, hasta la mas pura convivencia familiar.
Don Felipe González ha dejado sobre los surcos y en los caminos de la vida, el amor a la tierra, a la familia y al terruño que lo vio nacer.
Ya es hora que quienes se oponen a los HOMENAJES destapen el frasco de las esencias y entierren para siempre sus debilidades, porque con la misma vara que mides, serás medido, y de nada serviría que elogiaras después de muerto el valor de los demás cuando ya los oídos no oyen, los ojos no ven y la lengua no habla.
Si tienes que dar algo y reconocer sus méritos, hazlo en vida, porque una flor en su tumba se marchita, y una lágrima derramada, se evapora pero la gratitud y el agradecimiento en vida, quedará para siempre entre los suyos.
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