PARQUE SAN FRANCISCO: APUNTES PARA SU HISTORIA (I)
ARTÍCULO DE: Salvador García Llanos
Durante muchos años fue el recinto multiusos por excelencia. Allí se hizo de todo. Música, teatro, depor
tes, recreo, fiestas, política... El recinto fue hasta un timbre de distinción para quienes allí actuaban. Y para los espectadores, de cualquier actividad, una garantía. Esta va a ser la primera entrega de unos apuntes para su historia, para recordar vivencias y para registrar hechos y episodios que también forman parte de la historia de la ciudad.
El parque San Francisco surgió sobre el suelo de un antiguo convento y de una ciudadela, en pleno centro urbano. Mediados los años sesenta del pasado siglo un pavoroso incendio destruyó buena parte de la edificación, localizada junto a la iglesia del mismo nombre y la de San Juan, las primeras construcciones civiles del municipio.
El solar era amplio, generoso. Se habían salvado, milagrosamente, la iglesia -cerrada al culto durante años- y un lateral de la casona colindante que lucía, por cierto, una balconada antigua muy llamativa hasta el punto de que utilizada como elemento de decoración. También se salvaron un espacio que había servido como calabozo y que albergó una estación transformadora de corriente eléctrica y una dependencia superior que pudo ser la sacristía del templo, asimilada posteriormente como oficina y archivo.
No se sabe de dónde tomó el nombre. Quizá alguien pensara en un uso distinto al que luego tuvo. Quedó emplazado justo enfrente de la casa que acogió durante muchos años las primeras prestaciones (consultas) del seguro de enfermedad y la Cruz Roja española.
Amplio, generoso, sí. Fue acondicionado lentamente. Primero, para acoger el Festival de la Canción del Atlántico, que se había estrenado en el antiguo Lido San Telmo. Un temporal marítimo, que causó notables daños, desaconsejó que la convocatoria se siguiera celebrando allí. Luego, se hizo necesario el cubrimiento para superar inclemencias. Las obras se realizaron por fases, en varios años, hasta que el recinto quedó totalmente cerrado y el Festival adquirió rango de internacional y constituyó un excelente soporte promocional para la época.
El parque tuvo varios elementos distintivos, entre ellos, el ancho escenario y el graderío al que se accedía desde la calle Agustín de Betancourt. El primero sería reformado ya en los años ochenta, cuando se hizo una excavación para facilitar la construcción de vestuarios y aseos en la planta inferior y para abrir puertas hacia la calle San Juan, por donde entraban y salían artistas o intervinientes en cualquier acto. Las gradas han resistido el paso del tiempo. Estaban muy bien hechas.
A principios de los años ochenta, otro espectáculo musical relevante determinó la ejecución de algún acondicionamiento interior, como instalación de moqueta y mobiliario. Se pensaba en la transmisión televisada. La prestigiosa firma 'Club de Vacaciones' compartió el patrocinio con el Ayuntamiento, entonces presidido por Francisco Afonso que tuvo auténticos quebraderos de cabeza para poder cuadrar las cuentas de gastos. Fue la Muestra Internacional de la Canción. Allí protagonizaron aquella noche un auténtico mano a mano Gilbert O'Sullivan y José Luis Rodríguez 'el Puma'.
Ha habido mucha música en la historia del parque San Francisco. Cantantes como Raphael, José Vélez y Pedro Guerra ofrecieron recitales. En las galas de la celebración de 'Miss Europa 79' actuó Mocedades. Con motivo de las fiestas de julio, los festivales de elección de la reina tuvieron siempre lucidas apariciones de artistas como Juan Pardo, Mochi, Mari Trini o Paloma San Basilio.
Desde luego, imposibles de olvidar los festivales escolares de fin de curso o conmemorativos de alguna festividad. El recinto dejó pocas opciones a la continuidad del teatro que con tanto esmero inculcaba Jesús Hernández Martín, 'el Maestro', en el desaparecido “Topham”. La acústica no ayudaba y la sofisticación no había llegado aún a los sistemas de sonido. Se prestaba más a la danza y a la canción, por eso abundaron las sesiones de escala en hi-fi y de tríos o cuartetos que hicieron sus pinitos en aquella suerte de auditorio.
Por supuesto, actos de carnaval de todo tipo. Elecciones de reina, concursos, exhibiciones... Bailes y verbenas en fechas diferentes. El parque acogió también la final de una singular competencia de orquestas promovida por Radio Popular de Tenerife. Y los conciertos de fin de año que coincidieron con los primeros del presente siglo.
Hubo deportes, aunque las dimensiones para jugar a baloncesto y voleibol eran muy justas. Equipos locales y de La Orotava disputaron aquí competiciones oficiales.
Pudo verse lucha canaria de primer nivel: el gran Juan Barbusano protagonizó sonadas hazañas en un recinto abarrotado.
El Ayuntamiento hizo durante varios años su tradicional brindis de Navidad para los empleados, un acto en el que se procedía a la entrega de distinciones a quienes se jubilaban. También ha sido marco de actividades de profesiones religiosas como las llevadas a cabo por carismáticos o testigos de Jehová.
Al frente del parque San Francisco estuvo décadas el sin par Pepín Castilla que se conocía el recinto al dedillo. En él volcó muchas horas haciendo prácticamente de todo. Carpintería, pintura, decoración, organización... La logística era Pepín que, a veces, cometía excesos y se ganaba antipatías. Hubo noches que recogía entradas y daba salida a los artistas o grupos que actuaban en algún festival para los que se vestía elegantemente. Pero nadie como él para entender la singularidad del recinto. (Continuará)
Durante muchos años fue el recinto multiusos por excelencia. Allí se hizo de todo. Música, teatro, depor
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El parque San Francisco surgió sobre el suelo de un antiguo convento y de una ciudadela, en pleno centro urbano. Mediados los años sesenta del pasado siglo un pavoroso incendio destruyó buena parte de la edificación, localizada junto a la iglesia del mismo nombre y la de San Juan, las primeras construcciones civiles del municipio.
El solar era amplio, generoso. Se habían salvado, milagrosamente, la iglesia -cerrada al culto durante años- y un lateral de la casona colindante que lucía, por cierto, una balconada antigua muy llamativa hasta el punto de que utilizada como elemento de decoración. También se salvaron un espacio que había servido como calabozo y que albergó una estación transformadora de corriente eléctrica y una dependencia superior que pudo ser la sacristía del templo, asimilada posteriormente como oficina y archivo.
No se sabe de dónde tomó el nombre. Quizá alguien pensara en un uso distinto al que luego tuvo. Quedó emplazado justo enfrente de la casa que acogió durante muchos años las primeras prestaciones (consultas) del seguro de enfermedad y la Cruz Roja española.
Amplio, generoso, sí. Fue acondicionado lentamente. Primero, para acoger el Festival de la Canción del Atlántico, que se había estrenado en el antiguo Lido San Telmo. Un temporal marítimo, que causó notables daños, desaconsejó que la convocatoria se siguiera celebrando allí. Luego, se hizo necesario el cubrimiento para superar inclemencias. Las obras se realizaron por fases, en varios años, hasta que el recinto quedó totalmente cerrado y el Festival adquirió rango de internacional y constituyó un excelente soporte promocional para la época.
El parque tuvo varios elementos distintivos, entre ellos, el ancho escenario y el graderío al que se accedía desde la calle Agustín de Betancourt. El primero sería reformado ya en los años ochenta, cuando se hizo una excavación para facilitar la construcción de vestuarios y aseos en la planta inferior y para abrir puertas hacia la calle San Juan, por donde entraban y salían artistas o intervinientes en cualquier acto. Las gradas han resistido el paso del tiempo. Estaban muy bien hechas.
A principios de los años ochenta, otro espectáculo musical relevante determinó la ejecución de algún acondicionamiento interior, como instalación de moqueta y mobiliario. Se pensaba en la transmisión televisada. La prestigiosa firma 'Club de Vacaciones' compartió el patrocinio con el Ayuntamiento, entonces presidido por Francisco Afonso que tuvo auténticos quebraderos de cabeza para poder cuadrar las cuentas de gastos. Fue la Muestra Internacional de la Canción. Allí protagonizaron aquella noche un auténtico mano a mano Gilbert O'Sullivan y José Luis Rodríguez 'el Puma'.
Ha habido mucha música en la historia del parque San Francisco. Cantantes como Raphael, José Vélez y Pedro Guerra ofrecieron recitales. En las galas de la celebración de 'Miss Europa 79' actuó Mocedades. Con motivo de las fiestas de julio, los festivales de elección de la reina tuvieron siempre lucidas apariciones de artistas como Juan Pardo, Mochi, Mari Trini o Paloma San Basilio.
Desde luego, imposibles de olvidar los festivales escolares de fin de curso o conmemorativos de alguna festividad. El recinto dejó pocas opciones a la continuidad del teatro que con tanto esmero inculcaba Jesús Hernández Martín, 'el Maestro', en el desaparecido “Topham”. La acústica no ayudaba y la sofisticación no había llegado aún a los sistemas de sonido. Se prestaba más a la danza y a la canción, por eso abundaron las sesiones de escala en hi-fi y de tríos o cuartetos que hicieron sus pinitos en aquella suerte de auditorio.
Por supuesto, actos de carnaval de todo tipo. Elecciones de reina, concursos, exhibiciones... Bailes y verbenas en fechas diferentes. El parque acogió también la final de una singular competencia de orquestas promovida por Radio Popular de Tenerife. Y los conciertos de fin de año que coincidieron con los primeros del presente siglo.
Hubo deportes, aunque las dimensiones para jugar a baloncesto y voleibol eran muy justas. Equipos locales y de La Orotava disputaron aquí competiciones oficiales.
Pudo verse lucha canaria de primer nivel: el gran Juan Barbusano protagonizó sonadas hazañas en un recinto abarrotado.
El Ayuntamiento hizo durante varios años su tradicional brindis de Navidad para los empleados, un acto en el que se procedía a la entrega de distinciones a quienes se jubilaban. También ha sido marco de actividades de profesiones religiosas como las llevadas a cabo por carismáticos o testigos de Jehová.
Al frente del parque San Francisco estuvo décadas el sin par Pepín Castilla que se conocía el recinto al dedillo. En él volcó muchas horas haciendo prácticamente de todo. Carpintería, pintura, decoración, organización... La logística era Pepín que, a veces, cometía excesos y se ganaba antipatías. Hubo noches que recogía entradas y daba salida a los artistas o grupos que actuaban en algún festival para los que se vestía elegantemente. Pero nadie como él para entender la singularidad del recinto. (Continuará)
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